La Verdad Innata
La canción continúa:
Primera Parte:
La práctica de los mantras y los paramitas,
la instrucción en los sutras y preceptos
y las enseñanzas de escuelas y escrituras
no te proporcionarán la experiencia de la Verdad innata,
pues si la mente, llena de deseo, persigue una meta
tan sólo oculta la luz.
Aquél que cumple con los preceptos tántricos
y, no obstante, continúa discriminando,
traiciona el espíritu del samaya.
Cesa en toda la actividad,
abandona todo deseo
y permite que tus pensamientos asciendan y decaigan como las olas del
océano.
El que nunca se refugia en nada
ni infringe el principio de no-distinción,
enarbola los preceptos tántricos.
El que abandona los deseos sin aferrarse a nada
percibe el verdadero significado transmitido a través de las escrituras.
La actitud del Tantra es la esencia misma de Tilopa. Primero, has de
comprender cuál es la actitud del Tantra; sólo entonces podrás comprender lo
que Tilopa está intentando decirte.
Empecemos diciendo algo sobre la actitud del Tantra… Lo primero: no es
una actitud, porque el Tantra contempla la vida desde una visión global. No
ofrece una determinada actitud para ver la vida. No posee conceptos ni es una
filosofía. Ni siquiera es una religión. No tiene teología alguna. No cree en la
letra, en las teorías, ni en las doctrinas. Trata de contemplar la vida sin
filosofía, sin teorías, sin teologías. Trata de ver la vida tal como es, sin interposición
alguna de la mente, porque eso supondría una distorsión. Entonces, la mente
lanzaría sus proyecciones y lo mezclaría todo. Como consecuencia, te verías
imposibilitado para descubrir lo que tienes delante de ti.
El Tantra evita la mente y encara la vida de frente sin pensar: “Esto es
bueno”, o “Esto es malo”. Simplemente encara lo que tiene delante. De manera
que es difícil calificarla como poseedora de una “actitud”. Más bien es una
“no-actitud”.
Lo segundo que has de recordar es que el Tantra siempre dice “sí”, a
todo. En su vocabulario no existe el “no”, no existe la negación. Nunca dice
“no” a nada, porque con el “no” empieza la lucha, con el “no” te conviertes en
ego. En el momento en que dices “no”, eres ego. Ha surgido el conflicto. Estás
en guerra.
El Tantra ama y ama incondicionalmente. Nunca dice “no” a nada porque
todo forma parte del Todo, todo tiene su lugar en el Todo. El Todo no puede
existir si le falta una parte.
Se dice que por una sola gota de agua que faltara, el Todo pasaría sed.
Si arrancas una flor del jardín, arrancas algo a la Existencia. Si maltratas a
una flor, habrás maltratado a millones de estrellas… porque todo está
interrelacionado. El Todo es un colectivo, un todo orgánico. El Todo no existe
como algo mecánico. En él, todo se halla relacionado con todo.
Por eso el Tantra dice “sí” incondicionalmente. No ha habido nunca otra
forma de ver la vida que diga “sí”, simplemente “sí”, sin condiciones. El “no”
desaparece; el “no” desaparece de tu ser. Y cuando el “no” no desaparece, ¿cómo
vas a luchar? ¿Cómo vas a estar en guerra? Simplemente fluyes. Simplemente te
fundes y disuelves. Te vuelves uno. Los límites han desaparecido. El “no” crea
los límites. El “no” es el límite que te envuelve. Siempre que digas “no”,
obsérvate: de inmediato te encierras. En cuanto dices “sí”, tu ser se abre.
El auténtico ateo es aquél que insiste en decir “no” a la vida. Que diga
“no” a Dios, es simplemente simbólico. Aunque creas en Dios si dices “no” a lo
que sea, tu creencia carece de valor. Tu Dios es falso porque sólo un “sí”
total crea un Dios verdadero, revela al Dios real. Cuando das un “sí” total a
la Existencia, la Existencia entera es inmediatamente transformada. Deja de
haber piedras, deja de haber árboles, deja de haber personas, ríos, montañas…
De súbito, todo es uno. Y esa unidad es Dios.
El verdadero creyente es el que dice “sí” a todo, no sólo a Dios… porque
tu mente es muy astuta. Es capaz de decirle “sí” a Dios y “no” al mundo. Es lo
que ha estado sucediendo. Millones de personas han desperdiciado su vida entera
por esto. Dicen “sí” a Dios y “no” a la vida. En realidad, afirman que a menos
que digas “no” a la vida, no podrás decirle “sí” a Dios. Crean una división:
niegan el mundo para aceptar a Dios. Pero una aceptación que se basa en el
rechazo no es, en absoluto, aceptación. Es una falacia, es una falsedad.
¿Cómo vas a aceptar al creador sin aceptar su creación? Si dices “no” a
la creación, ¿cómo le vas a decir “sí” al creador? Son lo mismo. Creador y
creación no son dos cosas: el creador es la creación. No hay ninguna división
entre creador y creación. Es un continuo proceso de creatividad. En un extremo,
la creatividad aparece como creador; en el otro, la creatividad aparece como
creación. Pero ambos son los dos polos de un mismo fenómeno.
El Tantra sostiene que si dices “sí”, di simplemente “sí”. No lo opongas
a ningún “no”. Pero todas las religiones han hecho lo mismo: dicen “no” al
mundo y “sí” a Dios. Y niegan el mundo con fuerza para que su “sí” sea más
evidente. Muchos de esos autodenominados “santos” proclaman: “Dios, te
aceptamos… pero no aceptamos tu mundo”. ¿Qué clase de aceptación es ésta? ¿Es
eso aceptación? Estás eligiendo, estás dividiendo la existencia en dos. Te
estás colocando por encima de Dios. Dices: “Aceptamos esto, pero no esto otro”.
La renuncia deriva de esta actitud.
Aquél que renuncia no es religioso. Bajo el punto de vista del Tantra,
el que renuncia es un egoísta. Primero acumulaba bienes mundanos; su atención
se centraba en el mundo. Ahora renuncia a todo, pero su atención sigue centrada
en el mundo. Sigue siendo un egoísta. El ego utiliza medios muy sutiles para
obtener satisfacción y una y otra vez vuelve a lo mismo en una espiral sin fin.
Una y otra vez vuelve… con una nueva cara, con nuevos colores.
Sucedió:
Me encontraba en mi pueblo y Mulla Nasrudin vino a visitarme. En
aquellos días él vivía en Nueva Delhi, la capital, y se sentía tan orgulloso de
ella que su orgullo le cegaba por completo. Le acompañé a visitar la pequeña
fortaleza de mi pueblo y, al verla, me dijo:
—¿Es esa la fortaleza? ¿A eso lo llamas “fortaleza”? ¡Deberías venir a
Nueva Delhi y visitar la Fortaleza Roja! ¡Esto no se le puede comparar!
Después, le llevé al río y me dijo:
—¿Es este tu río? ¿A eso le llamas “río”? ¡No he visto un río tan triste
y pobre en mi vida!
Y así continuamente.
Entonces llegó la noche de luna llena y pensé que, por lo menos, la luna
llena le satisfaría y no menospreciaría a mi pequeño pueblo. Pero no; me
equivocaba. Le llevé al río. Era un silencioso y hermoso atardecer. La luna se
elevaba, enorme, absolutamente maravillosa. Yo, mirándole, le dije:
—¡Mírala! ¡Qué grande se ve!
El miró la luna y encogiéndose de hombros me contestó:
—No está mal para un pueblo tan pequeño.
Así es la mente: se aferra a todo. Da vueltas y más vueltas en espiral
para volver, de nuevo, a lo mismo. Puede que renuncies el mundo, pero no
entrarás en otro mundo… seguirás atado a él. Si quieres comprobarlo, ve a ver a
tus monjes indios, a tus sadus. Continúan aferrados al mundo, continúan siendo
mundanos. Han renunciado a todo, pero se centran en el mundo, en su renuncia.
Lo ven todo desde la perspectiva del ego. Quizá crean que al renunciar a todo
se están acercando Dios. No es así. Nadie ha llegado nunca hasta Dios diciendo
“no”.
Ésta es la visión del Tantra. El Tantra dice: “Di «sí». Di «sí» a todo.
No necesitas luchar, no necesitas nada. Sencillamente, fluye con la corriente.
El río discurre por sí mismo, a su aire. Todo llega, finalmente, al océano
último. No crees perturbaciones, no empujes al río. Simplemente fluye con él”.
Y ese fluir con él, ese discurrir con él, ese relajarte con él, es el Tantra.
Si eres capaz de decir “sí”, surge en ti una profunda aceptación. Si
dices “sí”, ¿cómo vas a quejarte? ¿Cómo vas a sentirte miserable? Todo es como
ha de ser. Ni luchas, ni niegas. Lo aceptas todo. Y, recuérdalo, esta
aceptación es distinta de la aceptación ordinaria.
Por lo general aceptamos una situación cuando ya no hay más remedio.
Esto es aceptar desde la impotencia. Eso no te conducirá a ninguna parte. La
impotencia no puede llevarte a ninguna parte. La gente acepta una situación
cuando se siente desesperada: “No puedo evitarlo. ¿Qué voy a hacer? Por lo
menos lo acepto para poder seguir adelante”. La aceptación del Tantra no es
esta clase de aceptación. Surge de un desbordamiento, nace de un profundo
contentamiento. No surge de la desesperación, de la frustración, de la
impotencia. Surge cuando no dices “no”; aparece de repente en ti. Todo tu ser
rezuma un profundo contento.
Esa aceptación posee una belleza propia. No es forzada, no la has
practicado. Si la practicaras, sería falsa; una hipocresía. Si la practicaras,
te dividirías en dos: por fuera sería aceptación; por dentro, agitación,
rechazo, negación. En lo más profundo de ti estarías en ebullición; podrías
explotar en cualquier momento. Pero, superficialmente, fingirías que todo está
bien.
La aceptación del Tantra es total; no te divide. Todas las religiones
del mundo, excepto el Tantra, han generado personalidades esquizoides. Todas
las religiones del mundo, excepto el Tantra, han generado esquizofrenia. Te
dividen, te escinden en una mitad buena y otra mala. Y afirman que has de
aceptar lo bueno y negar lo malo. Afirman que has de negar al diablo y aceptar
a Dios. Provocan en ti una división, una lucha. Como consecuencia, siempre te
sientes culpable pues ¿cómo vas a destruir una parte que es orgánicamente una
contigo? Podrás calificarla de “mala”, podrás llamarla como quieras, pero eso
no representa ninguna diferencia. ¿Cómo vas a destruirla? No fuiste tú quien la
creaste. Simplemente te encontraste con ella: con tu ira, con tu sexualidad,
con tu codicia. A ninguna la creaste tú. Forman parte de la vida, como tus ojos
y tus manos. Podrás ponerles etiquetas, podrás calificarlas como “feas”, o
“hermosas”, o como quieras, pero no podrás acabar con ellas.
Osho |
En la Existencia, nada puede ser destruido, nada puede ser eliminado. El
Tantra afirma que es posible transformarlo todo, pero no es posible destruir
nada. Y esa transformación deviene cuando aceptas a tu ser íntegramente.
Entonces, de repente, todo encaja, todo ocupa el lugar que le corresponde.
Entonces también la ira es absorbida. Entonces la codicia también es absorbida.
Entonces todo tu ser es reestructurado sin excluir nada. Si aceptas y dices
“sí”, todo se reestructura y lo que antes era una algarabía interior se
transforma en una melodía. Surge una música, nace una armonía.
¿Cuál es la diferencia entre algarabía y armonía? Son las mismas ondas
sonoras agrupadas de manera diferente. En la algarabía no hay centro; las notas
son las mismas. Con un loco tocando el piano, las notas que suenan son las
mismas, el sonido es el mismo, pero el loco no tiene centro. Si le confieres un
centro al ruido, se convierte en música. Entonces converge en un centro y el
conjunto deviene orgánico. Si un loco toca el piano, las notas que toca están
separadas, aisladas. Es una algarabía de notas, no una melodía. Cuando un
músico se pone a tocar ese mismo piano, deviene un cambio alquímico. Esas
mismas notas encajan en una pauta, esas mismas notas forman una unidad
orgánica. Ahora poseen un centro. Ahora no son una algarabía; ahora forman una
familia. Un sutil amor las une. Ahora son una. Y en eso consiste todo: en
armonizar amorosamente las notas.
El Tantra dice que, tal como eres ahora mismo, eres una algarabía. No
eres malo; únicamente careces de centro. Una vez posees un centro, todo encaja,
todo se vuelve maravilloso.
Cuando Gurdjieff se enfada, es hermoso. Cuando tú te enfadas, resulta
desagradable. La ira no es ni desagradable, ni hermosa. Cuando Jesús se enfada
es pura música. Incluso la ira es música. Jesús tomando el látigo y expulsando
a los comerciantes fuera del templo, resulta sutilmente hermoso. Incluso Buda
carece de esa belleza. Buda parece ser demasiado estable, sin posibilidad de
que en él se manifieste la ira. La tensión de la ira, la sal de la ira, está
ausente. Buda no es tan gustoso como Jesús. Jesús contiene un poco de sal: es
capaz de enfadarse. Su ser abarca incluso la ira. No ha negado nada. Lo ha
aceptado todo.
Pero Tilopa es incomparable. Jesús no es nada a su lado. Los Maestros
tántricos son flores absolutamente salvajes. Lo contienen todo. Debes de haber
visto representaciones de Bodhidharma. Si nunca las has visto, búscalas.
Resulta tan feroz que, meditando frente al cuadro de Bodhidharma, por la noche,
a solas, serás incapaz de dormirte. Te acosará. Se dice que cuando miraba a
alguien, esa persona sufría pesadillas. Le acechaba con una mirada realmente
feroz. Se dice que cuando Bodhidharma o Tilopa hablaban, sus palabras eran como
el rugido de un león, como una tempestad, como una tremenda catarata, salvajes
y ardientes. Pero si no te precipitabas juzgándolos demasiado pronto,
descubrías en ellos el más amoroso de todos los corazones. Entonces percibías
su música, su melodía. De repente comprendías que no negaban nada. Lo absorbían
todo, incluso la ferocidad. Un león es un animal hermoso; su ferocidad posee
una belleza propia. Si le quitas esa ferocidad al león, solamente queda una
apariencia, un león muerto.
El Tantra afirma que lo has de absorber todo, ¡todo! Recuérdalo: sin
distinciones. Has de absorber la sexualidad para que se convierta en una
tremenda fuerza en ti. Un Buda, un Tilopa, un Jesús, poseen una fuerza
magnética realmente increíble. ¿De dónde sale? De la absorción de su
sexualidad. El sexo es la fuerza magnética en el hombre. De súbito, caes en la
esfera de su amor. Una vez te cruzas en su camino, te sientes atraído hacia un
mundo diferente. Te ves apartado de tu viejo mundo y lanzado hacia algo nuevo,
algo que nunca te imaginaste. ¿Qué es esta fuerza? Es la sexualidad
transformada. Ahora se ha convertido en una fuerza magnética, en carisma. Buda
ha absorbido su ira y esa misma ira se ha transformado en compasión. Y cuando
Jesús toma el látigo en sus manos, lo hace por compasión. Cuando Jesús habla
arrebatado, es esa misma compasión.
Recuérdalo: el Tantra te acepta íntegramente. Cuando vienes a mí, yo te
acepto en tu totalidad. No estoy aquí para ayudarte a negar algo de ti. Sólo
estoy aquí para ayudarte en tu reestructuración, para que centres todas tus
energías y las hagas converger en un centro. Y te digo que si absorbes tu ira
resultarás enriquecido. Resultarás enriquecido si absorbes tu sexualidad;
resultarás enriquecido si absorbes tu odio, tus celos. Todo eso es el picante
de la vida, lo que le da sabor… No te perderás nada, sino que te enriquecerás.
Necesitas un poco de sal y la ira te proporciona exactamente la cantidad de sal
que necesitas. Pero cuando te domina, entonces resulta desagradable. Si sólo
comieras sal, te morirías. La sal ha de estar en la proporción adecuada, pero
ha de entrar como ingrediente necesariamente en esa proporción. Recuérdalo.
En tu camino te encontrarás con muchos que querrán mutilarte, amputarte
partes, diseccionarte. Te dirán: “Esta mano es una mala mano. ¡Córtatela!”
“¡Este ojo es un mal ojo. ¡Sácatelo!” “La ira es mala, el odio es malo, el sexo
es malo”. Te irán cortando por aquí y por allí y cuando hayan acabado te
hallarás tullido, lisiado. No te quedará nada de vida. Así es cómo la
civilización ha llegado a quedarse paralizada, lisiada.
A menos que el Tantra se convierta en la base de la mente humana, el
hombre no será completo porque ninguna otra forma de ver el mundo acepta al
hombre en su totalidad. Pero esa aceptación —acuérdate— es por desbordamiento,
no por impotencia. Has de vivir tu vida, has de recorrerla. Has de vivir todas
sus sombras, has de saborear todos sus sabores. Incluso has de perderte,
deambular sin rumbo. Eso también es importante porque si nunca te pierdes, no
podrás alcanzar una Iluminación exhuberante. Nunca serás simple. Podrás ser un
simplón, pero nunca serás simple. Un simplón no es simple.
La simplicidad necesita una experiencia realmente profunda y compleja
que la sustente. El simplón carece de experiencia. Puede ser un necio, pero no
un sabio. Sabio es el que ha vivido todos los pecados de la vida sin negar
nada, sin calificar nada como pecado. Es el que acepta todo lo que acontece, el
que deja que todo suceda, el que se deja llevar por las olas, el que es
arrastrado por ellas, el que se ha perdido, el que ha descendido hasta el
infierno mismo.
En alguna parte Nietzsche dice: “Si un árbol quiere llegar al cielo, sus
raíces han de profundiza hasta el infierno mismo”. Y tiene razón. Si quieres
florecer realmente en el cielo, tus raíces han de alcanzar el infierno más
profundo de la Tierra.
Cuando un pecador se convierte en sabio, su sabiduría es hermosa. Cuando
un sabio simplemente es sabio sin haber sido un pecador, es sencillamente un
simplón. Ha desperdiciado su vida. Y no puede surgir ninguna virtud a menos que
te hayas descarriado, a menos que te hayas perdido.
Hay una hermosa parábola de Jesús:
Un padre tenía dos hijos. El más joven exigió su herencia y se marchó,
gastándosela en la ciudad en vino y mujeres. Se convirtió en mendigo. El otro
hijo se quedó con su padre, trabajando a destajo en su hacienda y acumulado
mucha riqueza.
Entonces, un día, el hijo mendigo, el hijo que se había descarriado,
hizo llegar un mensaje a su padre:
—Quiero regresar. Fui un necio y malgasté tu dinero. Perdóname. Ahora no
tengo adónde ir. Acéptame. Quiero volver.
El padre le dijo a su gente:
—Hemos de celebrarlo. Sacrificad el cordero más hermoso y preparad un
gran banquete. Regalad dulces a todo el pueblo y buscad el vino más añejo. Ha
de ser una fiesta. Mi hijo, el que se había perdido, va a regresar.
Algunos de los del pueblo fueron a la granja a decirle al otro hijo:
—¡Qué injusticia! Tú te quedaste con tu padre sirviéndole como un
criado. Nunca te alejaste de él, nunca hiciste nada contra él, y, sin embargo,
nunca ha organizado ni celebrado una fiesta en tu honor. Y ahora, ese
vagabundo, ese mendigo que ha malgastado todo el dinero de tu padre, ése que ha
vivido en pecado, quiere volver. ¡Qué injusticia la de tu padre celebrando su
regreso! ¡Ve al pueblo y mira lo que hacen! Están regalando dulces, están
anunciando una gran fiesta.
Al oírlo, el hijo mayo se sintió muy, muy ofendido. Emprendió el camino
hacia su casa muy triste y le dijo a su padre:
—¿Qué injusticia es ésta? Nunca sacrificaste ningún cordero en mi honor,
nunca me diste ningún regalo. Y ahora que tu otro hijo regresa, ese que ha
malgastado en tonterías todo el dinero que le habías dado, ¡lo celebras!
Su padre le contestó:
—Sí. Tú siempre has estado conmigo y por eso no es necesario celebrarlo.
Pero hemos de celebrar su regreso. Él se había perdido, él era la oveja
descarriada. Y ha vuelto.
Los cristianos no han evaluado esta historia en su justa medida. En
realidad, expresa lo que yo te estoy diciendo, lo que el Tantra significa. Es
una historia tántrica. Su significado es: si permaneces siempre en el camino
correcto, la Existencia no se alegrará. Serás un simplón. La vida no te habrá
enriquecido. Serás insípido. Quizá seas capaz de nutrir, pero carecerás de
sabor. Serás muy simple, bueno, pero tu bondad no será complejamente armoniosa.
Serás una sola nota, no una melodía de millones de notas. Serás una línea
recta, sin curvas ni ángulos. Esas curvas y esos ángulos te aportan belleza
haciendo tu vida más misteriosa y dándole profundidad. En tu santidad serás
poco profundo, superficial.
Por eso, el Tantra afirma que todo es hermoso. Incluso el pecado es
hermoso porque el pecado le proporciona profundidad a tu santidad. Descarriarte
es hermoso porque cuando regresas lo haces habiéndote enriquecido. Este mundo
es necesario para que puedas perderte en él olvidándote por completo de ti
mismo… y luego regresar.
La gente me pregunta: “¿Por qué existe este mundo si Dios lo contradice?
¿Por qué nos lanza al mundo, al mundo del karma, del pecado, del mal? ¿Por qué
nos arroja a él? Podría redimirnos sin ningún esfuerzo”. No, eso no es posible.
Entonces serías poco profundo, superficial. Tienes que ser lanzado al rincón
más apartado del mundo y luego has de regresar. Y ese regreso es importante;
supone la cristalización de tu ser.
El Tantra lo acepta todo, lo vive todo. Por eso, el Tantra nunca podrá
convertirse en una ideología ampliamente difundida. Siempre será una ideología
limitada, fronteriza, marginada por la sociedad, por la civilización, porque la
civilización ha escogido ser poco profunda. Buena, pero poco profunda. La
civilización ha escogido la negación, decir “no” a muchas cosas. La
civilización no tiene el coraje suficiente para aceptarlo todo, para aceptar
todo lo que la vida le ofrece.
Para aceptar todo lo que esta vida te ofrece hace falta el mayor coraje.
Y hacia esto es hacia lo que estoy intentando dirigirte: hacia la aceptación de
todo lo que la vida te da. Y has de aceptarlo con profunda humildad, como un
regalo. Y en esto incluyo todo lo que la sociedad te ha inducido a calificar de
“malo” y “perverso”. Acepta el sexo y entonces florecerá y surgirá el
brahmacharya, la pureza, la inocencia. De él, trascendiéndolo, surgirá la
virginidad.
A través de la experiencia lo trasciendes todo. Recorriendo los oscuros
valles de la vida, tus ojos van acostumbrándose y empiezas a ver la luz incluso
en la oscuridad. Ya es hermoso ver la luz mientras es de día. ¡Cuánto más
hermoso será verla en la oscuridad de la noche! Tus ojos se irán acostumbrando
a ver en la oscuridad y llegarás a ver el día que se oculta en ella. Cuando en
la noche más oscura alcances a ver la mañana, surgirá la belleza. Entonces,
habrás Llegado. Cuando estando en lo más bajo puedas ver lo más alto, cuando
incluso en el infierno puedas crear un cielo, entonces te habrás convertido en
un artista de la vida. Y el Tantra quiere hacer de ti un artista de la vida, no
negándola, sino afirmándola.
Tantra Yoga Meditación |
Acéptalo todo más y más y, poco a poco, irás descubriendo que cuanto más
aceptas, menos deseas. Al aceptarlo todo, el deseo no puede subsistir. Surja lo
que surja, a cada instante lo aceptas. Entonces no miras hacia otra parte.
Vives momento a momento en profunda aceptación. Vives sin metas, sin deseos de
llegar a ninguna parte o de ser algo o alguien distinto.
El Tantra dice: “Sé tú mismo”. Eso es lo único que puedes ser en la
vida. Al aceptarte, el deseo desaparece. Al aceptarte, la ausencia de todo
deseo surge por sí misma. No la practicas, no la fuerzas, no cercenas tus
deseos. Al aceptarte, desaparecen.
Y cuando llega el momento en que lo aceptas todo habiendo desaparecido
todos los deseos, surge la Iluminación súbita. De repente, sin hacer nada de tu
parte, sucede. Es el mayor regalo que la Existencia puede ofrecerte.
Ésta es la actitud del Tantra hacia la vida. No hay otra vida más que
ésta y no hay otro mundo más que éste. Este mismo samsara es el nirvana.
Simplemente has de comprender más, aceptar más, ser más como un niño, ser menos
egoísta.
Ahora, los sutras de Tilopa.
La práctica de los mantras y los paramitas,
la instrucción en los sutras y preceptos
y las enseñanzas de escuelas y escrituras
no te proporcionarán la experiencia de la Verdad innata,…
Ni los Vedas, ni la Biblia te ayudarán. La práctica de los mantras no te
servirá de nada; más bien, puede que sea un estorbo. ¿Qué es, en realidad, un
mantra? ¿Qué estás haciendo cuándo estás entonando un mantra? ¿Qué le está
enseñando el Maharishi Mahesh Yogui a la gente cuando les instruye en la
meditación trascendental? Les enseña a repetir interiormente una cierta palabra
o un determinado mantra: “Ram, Ram, Ram,…” “Om, om, om” o lo que sea. Incluso
tu propio nombre serviría. O el repetir “H20, H20, H20…” Lo importante no es el
sonido, o la palabra. Lo importante es repetir algo continuamente, porque al
hacerlo, algo pasa.
¿Qué es lo que sucede? Cuando repites una cierta palabra continuamente,
creas un ritmo interior: “Ram, Ram, Ram,…” Creas un ritmo, un ritmo monótono.
Cuando repites una cierta palabra continuamente, generas un ritmo monótono. Y
en esa monotonía, al repetir esa palabra continuamente, empiezas a sentirte
somnoliento. De esto trata la hipnosis. Es una auto-hipnosis. Repetir un mantra
es auto-hipnotizarte. Te emborrachas con tu monótono ritmo de repetición.
¡Y está bien! No tiene nada de malo. Te hace dormir bien, te refresca.
Si estás cansado, es un buen truco mental. Te sentirás fresco, incluso más
rejuvenecido que con el sueño ordinario porque el sueño ordinario no alcanza la
profundidad que alcanza el sueño con el mantra. Durante el dormir ordinario,
los pensamientos continúan, los sueños continúan, perturbándote continuamente.
Pero si repites un cierto mantra sin parar, no dejas espacio para nada más;
sólo el mantra. Y te arrastra a un sueño muy, muy profundo.
En el Yoga empleamos una palabra especial para definirlo. En sánscrito,
el sueño es llamado nidra y al sueño creado por la entonación del mantra se le
llama “tandra”. Es un sueño más profundo, pero sigue siendo un sueño. Se le
llama “yoga-tandra”, el sueño creado por el Yoga, por la entonación de un
mantra.
Si sufres alteraciones del sueño, la Meditación Trascendental te puede
ser útil. Por eso en América la influencia de Maharishi ha sido grande, porque
América es el país donde hay más alteraciones del sueño. Consumen gran cantidad
de tranquilizantes, gran cantidad de somníferos. Allí, la gente ha perdido la
capacidad natural de dormir. De ahí, el impacto de la Meditación Trascendental.
En India nadie presta atención a la Meditación Trascendental porque la gente ya
está suficientemente dormida, tanto que es difícil despertarla.
Un mantra te induce un sutil sueño. Como inductor del sueño, es bueno,
pero no creas que es meditación, de lo contrario te convertirás en su víctima.
No lo consideres meditación. Es, simplemente, un tranquilizante mental. Y es
tan químico como cualquier somnífero porque el sonido altera la química de tu
cuerpo. El sonido es parte de la química de tu cuerpo. Por eso, con un cierto
tipo de música te sientes muy, muy rejuvenecido. La música cae sobre ti,
limpiándote, como si te tomaras un baño. El sonido altera tu química corporal.
Con otra clase de música te sentirás muy apasionado y sexual. Al golpearte, sus
notas cambian tu química corporal.
Recitar un mantra es crear una música interior con una sola nota. La
monotonía es la clave. Y no es necesario que le preguntes al Maharishi Mahesh
Yogui. Todas las madres del mundo conocen su efecto. En cuanto el niño se
inquieta, la madre empieza a arrullarlo. Una nana es un mantra. Son sólo dos o
tres palabras, incluso incoherentes, incluso sin significado alguno. Ella se
sienta al lado del niño, o lo acerca a su corazón. También el latido del
corazón es un ritmo monótono. En cuanto el bebé se inquieta, la madre acerca su
cabeza a su corazón y los latidos del corazón se convierten en el mantra.
Engaña al niño y así se duerme. Y si el niño está ya un poco crecido y no es
tan fácil de engañar, lo arrulla. Son sólo dos o tres palabras, monótonas,
simples, que va repitiendo. La monotonía le ayuda a que el niño se duerma. No
es malo. Es un tranquilizante mejor que cualquier somnífero. Pero sigue siendo
un tranquilizante, una píldora disfrazada, una píldora sonora, pero que afecta
a la química del cuerpo.
Si tu sueño se ve alterado, si eres, en cierta medida, insomne, es
bueno, pero no creas que es meditación. Te normalizará, pero no te
transformará. La sociedad está tratando de normalizarte. Ha intentado
normalizarte a través de la religión, de la moralidad, con los mantras, con el
Yoga, con el psicoanálisis, con muchas clases de psiquiatría. Con ellos ha
intentado adecuarte a la sociedad. La meta de la sociedad es crear un individuo
adaptado a ella. Pero si es la sociedad la que está mal, adaptarte a ella no
puede ser beneficioso. Si la sociedad está loca, ajustarte a ella es volverte
loco.
Alguien le preguntó una vez a Sigmund Freud:
—¿Qué es exactamente lo que usted está haciendo con el psicoanálisis?
¿Cuál es su meta?
Y él, una persona verdaderamente sincera, le contestó:
—A lo sumo, lo que el psicoanálisis puede hacer es esto: convertir a las
personas histéricas e infelices, en personas normalmente infelices. Eso es todo:
hacemos que la gente histéricamente infeliz, sea normalmente infeliz. Les
devolvemos a una infelicidad normalizada, como la de todo el mundo. Si se están
excediendo en su infelicidad, si generan un exceso de infelicidad, eso les
conduce a la neurosis y nosotros les devolvemos al nivel normal de neurosis
humana.
Freud dice: “El Hombre nunca podrá ser feliz. El hombre sólo podrá ser
neuróticamente infeliz o normalmente infeliz, pero nunca podrá ser feliz”.
Tomando como referencia la humanidad ordinaria, su diagnóstico parece
ser exactamente correcto… pero él no ha conocido a un Buda o a un Tilopa. No
conoce a nadie que haya alcanzado un estado de ser total, de puro gozo. Y así
es como ha de ser, porque un Buda no irá nunca a ser tratado por Freud. ¿Para qué?
Sólo la gente histérica acudirá a Freud para ser tratada. Toda la experiencia,
todo el saber de Freud, se refiere a personas histéricamente neuróticas. En sus
cuarenta años de trato con pacientes no conoció a un solo individuo que fuera
feliz. Por eso tiene razón. Su experiencia le demuestra que sólo hay dos tipos
de personas: las normalmente infelices y las histéricamente infelices. Y, a lo
sumo, sólo puede ayudarles a normalizarse.
Los mantras, el psicoanálisis, la religión, la moralidad, la religión,
las oraciones,… todos ellos han sido utilizados para adaptarte a la sociedad.
La verdadera religión sólo da comienzo cuando inicias tu viaje de
transformación, no para ajustarte a la sociedad, sino para estar en armonía con
el cosmos. Para adaptarte a la sociedad has de retroceder.
En muchas ocasiones, el loco no es un enfermo. Simplemente dispone de un
exceso de energía que le impide limitarse a la sociedad. Y se sale de ella. Un
loco es demasiado individual y está tan dotado en ciertos aspectos que no puede
ceñirse a la sociedad. Has de recordar que todos los genios son siempre
marginados por la sociedad. De cada cien genios, casi el 80 por 100 visitan
alguna vez el manicomio. Se ven obligados porque sobrepasan las limitaciones
sociales. Tienen mucho más de lo que la sociedad ordinaria permite.
La sociedad ordinaria actúa sobre ti como un pisapapeles: no te deja
levantar el vuelo. El genio se deshace del pisapapeles y empieza a volar por el
cielo hacia los rincones más apartados. En el instante en que sobrepasas el
límite, la línea divisoria, la frontera que la sociedad te marca, te declaran
loco y la sociedad empieza a tratar de recuperarte.
El Tantra afirma que tu adaptación, tu normalización, no es la meta. No
tiene mucho mérito. Tu transformación es la meta. ¿Cómo lograrla? No empleando
trucos para normalizarte… y los mantras son trucos. Si ves que no te puedes
dormir, no trates de dormirte utilizando un mantra. Más bien al contrario,
trata de descubrir esa inquietud que provoca tu insomnio. Quizás seas demasiado
ambicioso, quizás anheles demasiadas cosas. Es esa ambición la que no te
permite conciliar el sueño. Te sientes inquieto si tu mente no deja de desear
cosas. Entonces, la cadena de pensamientos se mantiene. Por eso no puedes
dormir. Ahora tienes dos caminos: uno es el mantra y el otro es el Tantra.
El del mantra te dice: “Olvídate de las causas; repite un mantra y
simplemente, duérmete”. Pero eso es muy superficial. Si te olvidas de las
causas y te dedicas a repetir un mantra —quince minutos por la mañana y quince
por la tarde— te será fácil conciliar el sueño y te sentirás bien, saludable.
Pero, aparte de sentirte bien y sano, ¿qué producirá en ti? Hay muchas personas
que duermen bien y gozan de buena salud, pero a las que nada les ha sucedido. No
han alcanzado el florecimiento último. Gozar de salud está bien, pero no puede
convertirse en tu meta. Dormir es bueno, pero no puede ser tu meta. El Tantra
te invita a descubrir las causas de tu inquietud.
Un ministro del gobierno indio solía acudir a mí. Siempre tenía
dificultades para dormir y me decía:
—Dame alguna técnica para que pueda conciliar el sueño.
Pero yo le decía:
—A cualquier político le ha de resultar difícil dormirse. Le ha de
resultar complicado. “Política” equivale a “insomnio”. No se espera de él que
duerma. Está bien que no duermas y no voy a darte ninguna técnica. Ve a ver al
Maharishi Mahesh Yogui. Él te ofrecerá una técnica sin preguntarte por qué.
Y así lo hizo.
Al cabo de tres meses vino a verme y me dijo:
—Lo que me sugeriste funcionó. Ahora puedo dormir. Es maravilloso.
Entonces le dije:
—Cuando lo creas conveniente, cuanto sientas que el sueño no te es
suficiente y que necesitas estar más despierto, vuelve. Aunque ahora seas capaz
de dormir, ¿qué ganarás con ello? Seguirás siendo el mismo. Por la mañana
perseguirás las mismas ambiciones. Quizá creas que te ha sucedido algo
estupendo, pero sólo has conseguido una cosa: que ahora te resulte imposible
descubrir las causas de tu insomnio. Gracias al mantra las has empujado a lo más
profundo de tu inconsciente. Has pospuesto la posibilidad de transformarte.
Yo no puedo mejorar tu sueño. Quisiera poder darte más consciencia, que
estuvieras más despierto.
Los políticos viven sumidos en los deseos, en las luchas, en la
competición, en los celos, intentando ascender cada vez más alto en la escala
social. Y, al final, no obtienen nada.
Mulla Nasrudin dedicó toda su vida a la política y ascendió hasta el
cargo más elevado. Entonces le pregunté:
—¿Qué has logrado?
Él me dijo:
—Para ser franco: me he convertido en el trepa más grande del mundo. Eso
es lo que he logrado: ser el mejor trepa.
Pero, ¿qué harás cuando hayas alcanzado el peldaño más alto de la
escalera? Tus presidentes y tus primeros ministros lo han logrado. Son los más
grandes trepas, pero ascender peldaños en la escala social no es vivir. ¿Para
qué ascender sin descanso?
La ambición genera inquietud. Y quisiera que comprendieras tu ambición:
desear crea inquietud. Quisiera que fueras consciente de tu desear. Éste es el
camino del Tantra. Cuando la causa desaparece, la enfermedad desaparece. Si la
causa desaparece, entonces te transformas. La enfermedad es simplemente un
síntoma. No intentes esconder el síntoma. No trates de esconderlo. Es bueno que
se manifieste porque cuanto más te incomode, más claramente te estará diciendo
que algo va mal. Que no puedas dormir es bueno, porque te indica que algo va
mal en tu estilo de vida.
No voy a ayudarte a que concilies fácilmente el sueño. Lo que te digo
es: trata de comprenderlo. Es un síntoma. Y ese síntoma es un amigo, no un
enemigo. Te está indicando que en lo más profundo de tu inconsciente hay
corrientes que no te permiten dormir. Entiéndelas, absórbelas, recórrelas,
transciéndelas. Entonces dormirás profundamente. Y no será porque hayas
enterrado los síntomas, sino porque la enfermedad habrá desaparecido. Y con ese
dormir emergerá una calidad totalmente diferente de consciencia. Entonces
podrás estar profundamente dormido manteniendo tu consciencia. Entonces no será
hipnosis, no será como una borrachera, ni como haberte drogado. Todos los
mantras son drogas; muy sutiles, pero aún así, drogas. No te vuelvas
drogadicto. Osho
Osho |
Fuente: Oshogulaab.com
Tantra La Comprensión Suprema
Fuente: es.wikipedia.org Osho