INTRODUCCIÓN
Todos nuestros conocimientos se basan en la experiencia. El conocimiento inferencial con sus dos métodos inductivo y deductivo tiene por base la experiencia.
En las ciencias exactas hallamos la verdad basada en axiomas y postulados que confirma la experiencia de cada ser humano. El cientista no nos dice que creamos en tal o cual cosa, sino que de sus observaciones y experiencias ha obtenido resultados, y razonando sobre ellos nos invita a creer en sus conclusiones porque están en armonía con las experiencias de la humanidad.
En toda ciencia positiva hay una base común a toda la humanidad, de modo que podemos conocer si son verdaderas o erróneas las inferidas conclusiones. Ahora bien: ¿tiene también la religión una base común a toda la humanidad? Cabe responder a la par afirmativa y negativamente.
La religión, según se enseña en el mundo entero, se basa en la creencia y en la fe, y en la mayor parte de los casos consiste en un conjunto de teorías, de lo que provienen las discrepancias entre unas y otras religiones. Un hombre afirma que un Ser omnipotente gobierna desde más allá de las nubes, el universo entero, y me exige que así lo crea porque él lo afirma.
De la propia suerte, yo puedo tener diferentes ideas y decirles a los demás que las crean, y si me preguntan por qué he de creerlas, no sabré qué responder.
De aquí que la religión y la filosofía estén miradas de soslayo por muchas gentes para quienes la religión es un atadijo de teorías sin fundamento comprobable, pues cada secta expone la que se le antoja.
Sin embargo, la religión tiene una base de creencia universal que preside a las diversas teorías y está apoyada por la experiencia de la humanidad. En primer lugar, si analizamos las diversas religiones del mundo, veremos que pueden clasificarse en dos grandes grupos: las que tienen y las que carecen de sagradas escrituras.
Las que poseen Escrituras o libros sagrados son las más potentes y cuentan con mayor número de fieles. Las que carecen de libros sagrados cuentan con relativamente escaso número de adherentes y muchas de ellas se han extinguido.
Sin embargo, en todas encontramos la común opinión de que las doctrinas que enseñan son el resultado de las experiencias de determinado personaje. El cristiano cree que Cristo es la encarnación de Dios, y cree en un solo Dios, en el alma y en la vida futura; y si le preguntamos por qué lo cree así, dirá que porque lo enseñó Cristo.
Pero si vamos a la fuente originaria del cristianismo, veremos que está basado en la experiencia, pues Cristo dijo que veía a Dios, y los discípulos dijeron que percibían a Dios. Análogamente, el budismo es el resultado de las experiencias de Buda, quien reconoció ciertas verdades y las predicó a las gentes. También vemos en el hinduísmo que los sabios, los videntes, llamados en sánscrito rishis experimentaron ciertas verdades y las predicaron o expusieron públicamente.
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Sin embargo, los escépticos dicen que en nuestro tiempo no son posibles tales experiencias, pues únicamente fueron capaces de ellas los instructores que fundaron las respectivas religiones. Añaden que ya no hay ni nadie tiene semejantes experiencias; pero contra esta negativa se levanta la consideración de que toda experiencia humana, en cualquier rama de conocimiento, si ha sido posible millares de veces antes de una época dada, habrá de ser posible también durante dicha época y posteriormente, es decir, en todo tiempo, pues según las leyes de la Naturaleza lo que una vez sucede puede repetirse.
Por lo tanto, los instructores de la ciencia de la Yoga afirman que la religión no sólo está basada en la experiencia sino que nadie puede ser genuinamente religioso hasta que recibe las mismas experiencias fundamentales de la religión y percibe directamente las verdades espirituales.
Yoga es la ciencia que enseña a percibirlas, y de nada sirve hablar de religión mientras no se perciban.
¿Por qué hay tantas enemistades y luchas en el nombre de Dios? Se ha derramado más sangre en el nombre de Dios que por cualquiera otra causa, porque las gentes nunca recurrieron al manantial de la religión, y se contentaron con asentir mentalmente a las prácticas religiosas de sus padres, imitándolas por rutinaria costumbre y pretendieron que todos hiciesen lo mismo.
¿Con qué razón ni derecho puede decir un hombre que tiene alma y que hay Dios si directamente no los ha percibido? Si hay Dios hemos de verle; si hay alma debemos percibirla, pues de lo contrario, mejor será la incredulidad. Vale más declararse francamente ateo, que disfrazarse con hipócrita máscara de religión.
Hoy día tenemos por una parte los escépticos, para quienes todo cuanto a la religión y a la filosofía se refiere son vanas especulaciones metafísicas; y por otra parte los creyentes rutinarios, a quienes la religión y la filosofía les parecen 'castillos en el aire, pero muy valiosos para beneficiar a las gentes, que si creen en Dios serán buenas por esperanza de premio o no serán malas por temor de castigo.
No vituperamos a quienes mantienen semejantes ideas, pues se limitan a enseñar la creencia en una perpetua e insubstancial jerigonza, a vivir de puras palabras. Pero no es posible vivir de palabras, porque la naturaleza humana necesita conocer la verdad y prácticamente experimentarla.
Dicen los Vedas, que todo lo oscuro se ilumina y todo lo torcido se endereza cuando el hombre reconoce y practica la verdad y la experimenta en su interior.
Reza el texto:
"¡ Oh !, vosotros, hijos de la mortalidad, y también los que moráis en la superior esfera, sabed que para librarse de esta oscuridad no hay otro remedio que percibir al Ser que trasciende las tinieblas."
La ciencia de la Yoga Raja expone un método práctico de alcanzar esta verdad. Toda ciencia tiene su peculiar método de investigación. Quien quiera estudiar astronomía, no aprenderá jamás esta ciencia si se contrae a nombrarla. Lo mismo sucede con la química y demás ciencias. Se ha de seguir un método apropiado para dominarlas. El químico en el laboratorio, mezcla, combina, descompone y somete a experimentación diversas substancias, y de sus observaciones y experimentos obtiene el conocimiento de la química. Para ser astrónomo es preciso ir a un observatorio y manejar el telescopio para estudiar los astros.
Cada ciencia ha de tener sus peculiares métodos. Millares de sermones no harán a nadie sinceramente religioso. Ha de practicar el método peculiar de la ciencia de la religión. Este método es la Yoga Raja.
Hay verdades comunes a todos los sabios de todos los países y de todas las épocas, verdades enunciadas por hombres puros e inegoístas cuyo único motivo era el deseo de beneficiar al mundo. Todos afirmaron que habían percibido algo superior a lo que está al alcance de los sentidos físicos y nos invitaban a comprobarlo, empleando para ello el método a propósito; y si así no percibimos la superior verdad, tendremos derecho a negarla; pero sin haber empleado el método señalado por los instructores, no procederemos cuerdamente si negamos la veracidad de sus afirmaciones.
Así es que debemos actuar fielmente de conformidad con los métodos prescritos y nos iluminará la luz. Para adquirir conocimientos nos valemos de generalizaciones basadas en la observación. Primero observamos los hechos, después generalizamos e inferimos conclusiones o principios. El conocimiento de la mente, de la íntima naturaleza del hombre, del pensamiento, no se puede adquirir hasta observar los fenómenos que ocurren en nuestro interior.
Es relativamente fácil observar los fenómenos del mundo externo, pues se han inventado al efecto muchos instrumentos, pero no disponemos de instrumento material alguno para observar el mundo interno; y sin embargo, no hay más remedio que observar lo para verdaderamente conocerlo.
Sin el debido análisis, no fuera posible ciencia alguna, pues quedara en vana teoría, y por esto desde siempre han discutido entre sí los psicólogos, excepto quienes encontraron medios de observación.
La ciencia de la Yoga Raja se propone en primer término proporcionarnos el medio de observar el mundo interno. El instrumento es la mente. La facultad de atención, acertadamente guiada y dirigida hacia el mundo interno, analizará la mente y descubrirá su actuación, porque las facultades mentales en su ordinario estado son como dispersos rayos de sol, mientras que cuando se concentran nos iluminan.
Tal es nuestro único medio de conocimiento, y todos lo empleamos tanto para conocer el mundo externo como el interno; pero el psicólogo ha de observar el mundo interno con tanta escrupulosidad como el investigador científico observa el mundo externo, lo cual requiere prolongada práctica.
Desde la niñez estamos acostumbrados a fijar la atención en las cosas externas y nunca en las internas, por lo que se nos atrofia o poco menos la facultad do observar el mundo interno. Ardua y difícil tarea es apartar la mente de todas las cosas exteriores e introvertirla de modo que concentre todas sus facultades en sí misma para conocer analíticamente su naturaleza; pero no hay otro medio de llegar al conocimiento de sí mismo.
¿De qué sirve este conocimiento? En primer lugar no hay mayor recompensa del esfuerzo mental que el conocimiento de sí mismo, y en segundo lugar es sumamente provechoso este conocimiento porque nos libra de toda aflicción. Cuando por introversión se encuentra el hombre cara a cara, por decirlo así, con algo Indestructible, esencialmente eterno, puro y perfecto, ya no puede ser infeliz ni miserable.
Toda aflicción proviene del temor y de la imposibilidad de satisfacer los deseos; pero cuando el hombre reconoce que en realidad es inmortal, ya no teme a la muerte; cuando reconoce que es esencialmente perfecto, desecha y repudia todo vano deseo, y por tanto queda libre de aflicción, y aun en esta misma vida terrena goza de completa paz.
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El químico en el laboratorio enfoca todas las energías de su mente en un sólo punto, en las substancias que analiza, y así descubre sus secretos. Cuanto más intensamente se concentren las facultades mentales en el objeto de estudio, mayormente lo conoceremos. Todos los conocimientos que hoy posee el hombre los adquirió por concentración de las facultades de la mente. La naturaleza está dispuesta a revelarnos sus secretos con tal que acertemos a preguntárselos, y la eficacia de la pregunta estriba en la concentración.
El poder de la mente humana es indefinido, y se acrecienta proporcionalmente a la intensidad de la concentración. Es muy fácil concentrar la mente en un objeto externo, pues está acostumbrada a dirigirse al exterior; pero no es tan fácil concentrarla sobre sí misma para observar el mundo interno en los puntos relativos a la religión, la psicología o la metafísica, cuando el sujeto se identifica con el objeto. El sujeto es el Yo que por medio de la mente se examina a sí mismo y el objeto es el mismo Yo.
Tiene la mente una facultad llamada reflexión, entre cuyas características se cuenta la manifestada en el fenómeno psicológico de que cuando hablamos con alguien, parece como si al propio, tiempo fuéramos locutor y oyente de lo que decimos. Pensamos y actuamos en determinado sentido, y al propio tiempo que actores somos testigos de nuestra obra.
Se han de concentrar en sí misma, esto es, en el Yo, las facultades de la mente, y así como los lugares oscuros revelan sus secretos, ante los penetrantes rayos del sol, así la fuente concentrada penetrará sus más íntimos secretos. De esta suerte llegaremos al fundamento de creencia, a la verdadera y genuina religión, y percibiremos por nosotros mismos si tenemos alma, si la vida es temporánea o eterna, si hay o no Dios.
Todas estas cosas se nos revelarán, y esto es lo que se propone enseñar la Yoga Raja, y la finalidad de sus enseñanzas es el modo de concentrar la mente para descubrir la intimidad de nuestro ser, y generalizar después lo descubierto e inferir de ello acertadas conclusiones.
Por lo tanto, la Yoga Raja no le pregunta a nadie si es deísta o ateo, cristiano o judío, budista o induísta, musulmán o jaíno. Le basta y sobra con que sea un ser humano, pues todos sin distinción de creencias tenemos el derecho y la posibilidad de escrutar en nuestro interior las verdades cuya razón no hallamos en el mundo exterior.
Así vemos que para estudiar y practicar la Yoga Raja no se necesita determinada creencia religiosa, pues cada cual ha de hallar por sí mismo la verdad en que fundamente su creencia. La verdad no necesita puntales que la sostengan. Lo que observamos en conciencia vigílica no necesita otra prueba que su directa percepción.
El estudio de la Yoga Raja requiere largo tiempo y constante práctica, de la que parte es física, pero la mayor y más importante es mental.
Sabido es que la mente y el cuerpo están en intima relación, en incesante interdependencia, de modo que reaccionan una en otro, y si el cuerpo enferma repercute su estado morboso en la mente, mientras que si el cuerpo está sano también lo está la mente.
Cuando el individuo se encoleriza se perturba la mente, y cuando se perturba la mente repercute la turbación en el cuerpo. Así nos lo enseña la experiencia de la vida.
En la mayoría de la humanidad, la mente está subordinada al cuerpo, porque todavía es escaso su desarrollo, y las masas gregarias no aventajan en muchos grados a los animales, y no es muy superior su poder de dominarse. Así es que para alcanzar el dominio de cuerpo y mente, debemos primero dominar el cuerpo y después proceder al de la mente para gobernarla y regirla a voluntad y concentrar sus facultades donde nos convenga.
Según la Yoga Raja, el mundo externo es la densa concreción del mundo mental. Lo sutil es siempre causa de lo denso. Así el mundo externo es el efecto y el mundo interno la causa. De la propia suerte las fuerzas operantes en el mundo externo son el aspecto grosero de las sutiles fuerzas del mundo interno. Quien logre descubrir y dominar las sutiles fuerzas interiores dominará también las fuerzas de la naturaleza externa.
El yogui se propone nada menos que adquirir el dominio de la Naturaleza, trascender las que llamamos leyes naturales de modo que no le afecten y sea dueño de ambos mundos externo e interno.
El adelanto de la civilización humana proviene precisamente del cada vez mayor dominio del hombre sobre la Naturaleza. Así como hay quienes prefieren dominar el mundo interno y otros el externo, esta preferencia se nota lo mismo que entre los individuos, entre las naciones, pues unos dicen que al dominar la naturaleza interna, lo dominamos todo; y otros, por el contrario, afirman que de todo nos da el dominio el de la naturaleza externa. En realidad, ambos tienen razón, porque en la Naturaleza no hay tal división de externa e interna. Son ficticias limitaciones que nunca existieron.
Los externalistas y los internalistas se encontrarán en el mismo punto cuando alcancen el extremo límite de su conocimiento. De la propia suerte que el físico, cuando llega al extremo límite su conocimiento de los fenómenos físicos se encuentra con los metafísicos, así el metafísico, cuando apura toda su investigación encuentra que la mente y la materia son aspectos distintos de una sola Substancia.
El fin y objeto de toda ciencia es hallar la Unidad de que por manifestación deriva la diversa multiplicidad.
La Yoga Raja expone el método de estudiar la naturaleza interna y una vez dominada lo quedará también en consecuencia la naturaleza externa. Esta empresa es antiquísima, y aunque en India estuvo siempre el más poderoso baluarte de la Yoga Raja, también tuvo sus ejercitantes en otros países. En Occidente se le ha llamado misticismo a la Yoga Raja, y muchos de los que intentaron practicarla independientemente de los dogmatismos religiosos, murieron en la hoguera o en el tormento acusados de hechicería.
Por diversas razones, la Yoga Raja cayó en India en manos de gentes inescrupulosas que corrompieron el noventa por ciento de su virtualidad y quisieron hacer un profundo secreto de lo restante.
En tiempos modernos, muchos llamados instructores son peores que los falsos de la India, porque al menos éstos sabían algo de la Yoga Raja, mientras que aquéllos no saben ni media palabra. Todo cuanto se nos presenta como secreto y misterioso en la Yoga Raja debe desecharse resueltamente.
La mejor guía de la vida es la fortaleza, y en religión, como en cualquier otro asunto, se ha de repudiar cuanto amenace debilitarnos, y los que trafican con el misterio corrompen la magna ciencia de la Yoga en todas sus genuinas modalidades.
Desde la época en que se estableció el sistema de la Yoga, hace más de cuatro mil años, estuvo perfectamente delineado y enseñado en India. Es evidente que cuanto más moderno es el comentador, en mayores errores incurre, mientras que cuanto más antiguo, más razonable se muestra. La mayoría de los modernos tratadistas han hecho de la Yoga algo interior y secreto, en vez de iluminarla con las luces de la razón; y obraron de esta suerte con el propósito de monopolizar los poderes psíquicos.
No he de revelar misterio alguno, sino tan sólo exponer cuanto sé y razonarlo según entienda; pero respecto de lo que no sé, me he de limitar a exponer lo que dicen los libros. Muy nocivo es creer ciegamente. Conviene hacer uso de la razón y del juicio y practicar el método para ver si son o no verdaderas las cosas que anuncia, exactamente lo mismo que se hace en el estudio de cualquiera otra ciencia, pues no hay misterio ni peligro en la práctica de la Yoga y se puede predicar y enseñar en la plaza pública ya la luz del día. Cualquier ntento de mixtificantes cosas acarrearía gravísimos peligros.
Antes de entrar de lleno en el estudio de la Yoga Raja, conviene bosquejar la filosofía sankhya en que se funda la Yoga Raja. Según la filosofía sankhya, las impresiones de los objetos exteriores llegan por conducto de los órganos de sensación o sentidos corporales a los correspondientes centros del cerebro, de donde se transmiten a la mente y de ella a la facultad determinativa que las transmite a Purusha o sea el alma, el Yo, que percibe las impresiones, y da la correspondiente respuesta en forma de orden a los centros nerviosos para que procedan en consecuencia a la correspondiente acción u omisión.
Para los sankhyas, todo el mundo externo y las envolturas, cuerpos o vehículos del hombre son materiales, y dan el nombre genérico de Prakriti a la materia o substancia de que están constituidos, pero hay diversos grados de densidad de esta materia, y la materia mental que constituye la mente es de grado muy sutil.
Lo único inmaterial, según la filosofía sankhya, es el espíritu, a que llaman Purusha y hay tantos purushas como seres vivientes.
Por lo tanto, entre la materia mental y la materia física sólo hay diferencia de grado de densidad. La mente es el instrumento por cuyo medio percibe purusha los objetos externos, y es veleidosa, inconstante y mudable; pero una vez disciplinada, puede concentrarse en uno o más sentidos o abstraerse de todos ellos.
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El yogui aspira a actualizar esta reflexiva facultad y a concentrar la mente en sí misma para conocer lo que ocurre en su interior. No hay en esto cuestión de creencia. Es el análisis que de sí mismos efectuaron los yoguis.
Los modernos fisiólogos nos dicen que los ojos no son el órgano de la visión, sino que este órgano es un centro cerebral, y lo mismo dijeron siglos antes los filósofos sankhyas. Así coincide la fisiología moderna con la afirmación de la antigua filosofía. Más allá se extiende el campo de investigación de la Yoga Raja.
El yogui se propone alcanzar este grado de percepción en que se da cuenta de los diversos estados o actitudes de la mente. Se ha de percibir el tránsito de la sensación, cómo la recibe la mente y la transmite a la facultad determinativa que a su vez la transfiere a purusha. Como todas las ciencias, la Yoga Raja requiere cierta preparación y tiene su peculiar método a que ha de sujetarse quien anhele comprenderla.
Se necesita cierta disciplina en el régimen dietético, de modo que los alimentos favorezcan la pureza mental. En una colección zoológica vemos que los corpulentos elefantes están sosegados y son pacíficos, mientras que los leones, tigres y demás fieras están en continua agitación. La diferencia proviene de que el elefante es vegetariano y las fieras son carnívoras.
La energía de nuestro cuerpo dimana de la transmutación de los manjares que nos sirven de alimento. El ayuno debilita las fuerzas físicas y al cabo de algunos días de ayuno se debilitan también las mentales, empezando por la memoria, hasta llegar a un punto en que el individuo es incapaz de pensar.
Por lo tanto, al emprender la práctica de la Yoga Raja se ha de tener mucho cuidado con el régimen dietético; pero cuando ya esté algo adelantada la práctica, no se ha de ser tan escrupuloso en este respecto. Mientras crece la planta se la ha de cercar para resguardarla de posibles daños; pero cuando ya hecha árbol, se le quitan los rodrigones, porque es bastante fuerte para resistir todo ataque.
El yogui ha de evitar los extremos de molicie y austeridad. No debe ayunar ni mortificar el cuerpo, pues según el Bhagavad Gita, tan incapaces de llegar a yoguis son los que en demasía comen, duermen y trabajan como los que en exceso ayunan, velan y vagan.
El cuerpo, simbolizado en la carne por los moralistas occidentales, no es de por sí un enemigo del alma, sino su instrumento de manifestación en el mundo objetivo; y así no se le ha de torturar como el escultor no estropearía su cincel ni el escritor su pluma. Por el contrario, se le ha de dominar por la acción de la voluntad y no de la violencia.
Aqui te dejo uno vídeo de Swami Vivekananda secreto de Concentración en esta entrada a mi blog lo quiero compartir con vos espero que te sirva de algo para un mayor crecimiento espiritual. Namaste!
Fuente: Swami Vivekananda/ es.wikipedia.org