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Les enseñaré una manera muy fácil: hagan su trabajo pensando que el trabajo también pertenece a Dios. No fijen su mente en la tarea, pensando "es mi trabajo". Piensen que todas las acciones que hacen, las hacen para Dios. Ofrézcanlo todo a Sus Pies. Crean, y díganselo a ustedes mismos, "todo lo que hago lo hago por amor a Dios".

Ser silencioso es difícil porque en el silencio uno desaparece - Osho

Só­lo en el ruido puedes existir como ego.


El ruido es el alimento pa­ra que existas como ego.




 Amado Maestro ¿Por qué es tan difícil ser silencioso? Mis pa­labras son tan mecánicas y están tan usadas, una repetición continua de historias, el mismo viejo pasado que ya no exis­te más. ¿Cómo es que todavía no estoy cansado de él?

 Ser silencioso es difícil porque en el silencio uno desaparece. Só­lo en el ruido puedes existir como ego. El ruido es el alimento pa­ra que existas como ego; vives de él, prosperas con él. De aquí la di­ficultad para volverse silencioso. 

 Cuando la gente empieza a pensar en volverse silenciosa, tiene la idea de que cuando venga el silencio ellos estarán allí y disfrutarán el silencio. Esa idea está totalmente equivocada; no tienes noción al­guna de las cosas reales. Cuando venga el silencio, tú no estarás allí; tú y el silencio no pueden existir juntos. Tú eres el ruido. Entonces, cuando el silencio viene, hay sólo silencio.

 No hay nadie que sea silencioso, no hay nadie que pueda estar allí disfrutando el silencio. El silencio no es una experiencia porque no hay un experimentador. El silencio es completo; no hay nadie.

 Los Sufis lo llaman fana: disolución. Buda lo ha llamado nirva­na: extinguir la vela. Todo se ha ido y hay sólo nada, un tipo de es­tado de ausencia de cosas.

 No serás capaz de encontrarte como un yo. De allí la dificultad. Para volverte silencioso tendrás que morir... y, ¿quién quiere morir? Queremos el silencio también como una decoración, como una me­dalla, para poder jactarnos de que: «No sólo tengo dinero, también tengo meditación”, para poder jactarnos de que: «No sólo soy rico externamente, también soy rico internamente». El primer interés por buscar el silencio surge del ego. Y el ego mismo es la barrera.

 Entonces, cuando entras en contacto con un maestro o con un campo de energía, con una escuela donde las cosas se hacen, realmente se hacen, no sólo se piensa en ellas, entonces surge el miedo. Entonces te das cuenta del fenómeno de que al desapare­cer el ruido, tú también desaparecerás. ¿Estás listo para arriesgar­te tanto?

Dices: ¿Por qué es tan difícil ser silencioso?

 Porque estás impregnado de ruido.

Dices: Mis palabras son tan mecánicas y están tan usadas, una repe­tición continua de historias, el mismo viejo pasado que ya no existe más.

 La mente no es nada más que pasado. Es sólo registros del pasa­do; es un mecanismo de grabación. Es tu historia, es aquello que ya no es, es memoria. Pero esa memoria te mantiene vivo como ego, y tienes que seguir repitiendo esa memoria una y otra vez, eso ayu­da y sostiene al ego. Tienes que ir una y otra vez a tu pasado para revivir tu ego: éste es el modo en que lo nutres.

 Si dejas completamente tu pasado... Piensa simplemente por un momento: si por una varita mágica dejas tu pasado por comple­to, en este momento, ¿quién eres? ¿Serás capaz de decir «yo»? Al de­saparecer el pasado, el “yo” habrá desaparecido con él. Serás, pero no serás capaz de decir «yo». Serás sólo un silencio, una tela vacía, una meditación, una paz, una quietud, pero no habrá «yo».

 Piensa simplemente: lenta, lentamente, en un minuto abando­nas tu pasado. Abandona tu pasado y luego piensa: ¿qué queda? No queda nada. O sólo queda la nada. Ésa nada eres tú. Ésa nada es tu realidad, tu esencia.

 Entonces éste es un mecanismo para hacer que el ego continúe. Tendrás que repetirlo: tendrás que pasar nuevamente por las mis­mas palabras y las mismas memorias y la nostalgia, una y otra vez, y mejorarás y pulirás esas memorias. Inventarás cosas que nunca han existido; harás que tu pasado se vea muy hermoso y dorado, co­sa que no fue así. Dejarás todo lo que es feo y seguirás proyectando una y otra vez.

 La gente inventa también su pasado. Lo hacen tan hermoso y ri­co como sea posible porque es allí donde existe su ego.

 Todos piensan que su infancia fue muy hermosa. La infancia fue hermosa, pero esa infancia no la recuerdas en absoluto. El útero fue hermoso, pero eso no lo recuerdas en absoluto. Y después del naci­miento, los primeros dos o tres años fueron hermosos pero tampo­co eso lo recuerdas en absoluto.

 La infancia que recuerdas es después del cuarto año, y eso no fue hermoso en absoluto. Ése fue uno de los tiempos más difíciles de tu vida, porque estabas siendo forzado, tironeado y empujado dentro de la estructura social. Eras cortado de este y aquel modo, estabas siendo ajustado a la máquina. Fuiste casi destruido. Fuiste manipu­lado. A ningún niño le gusta eso.
Todo niño se resiste, se enoja, se rebela, pero es impotente. Y fi­nalmente los padres ganan y la sociedad gana.

 Esos días fueron desagradables, recuérdalo otra vez. No hay nada de dorado en ellos. Pero más tarde, todos piensan que esos días fueron hermosos. Ésa es tu invención. La gente no sólo proyecta el futuro, proyecta también el pasado: va tiñéndolo, puliéndolo, retocándolo una y otra vez. Y lentamente hacen de su pasado un país de las hadas, y entonces se sienten muy bien; el ego es sostenido por su hermoso pasado. El ego se vuelve hermoso a través de un hermoso pasado.
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 Mira solamente las autobiografías que escribe la gente. En las autobiografías no encontrarás nada que sea verdadero. O si a veces encuentras algo verdadero será acerca de los demás, no acerca de la persona que ha escrito la autobiografía. Será acerca de otros pero no acerca de sí mismo.

 Todas las autobiografías son una especie de ficción. La gente las inventa. Las autobiografías deberían ser consideradas como ficción, nada más que eso, porque escribes acerca de tu infancia más tarde. Esa infancia es sólo una invención: creas una infancia con todas tus experiencias, con todo tu conocimiento, con toda tu vida vivida. Creas la infancia que te habría gustado vivir. Es una hermosa ficción.

 Y recuerda una cosa: uno tiene que repetirlo, las mentiras tienen que repetirse una y otra vez, si no las olvidarás. Por eso se dice que si quieres mentir necesitas una buena memoria. Un hombre que dice la verdad no necesita tener una buena memoria. No hay necesidad; la verdad es la verdad. La persona que está mintiendo constantemente realmente necesitará una buena memoria. Las mentiras deben ser re­petidas, sólo entonces pueden vivir; de otro modo desaparecerán.

Me preguntas: «¿Por qué voy mecánicamente al mismo pasado una y otra vez, repitiendo viejos hábitos?».

 Porque ése es el modo en que puedes mantenerlo vivo. De no ser así desaparecería por sí mismo. Y esto es algo que hay que en­tender. Si dejas de cooperar con tu pasado, si cuando el pasado se repite como un hábito mecánico, lo observas, no cooperas con él, verás que le habrás sacado la energía. Lentamente, al observarlo, empieza a desaparecer. Una vez que tu observación se ha vuelto to­tal, el pasado desaparece.

 Y la desaparición del pasado es satori, porque tu personalidad, tu yo, tu ego, existen en el pasado. Todos desaparecen al desapare­cer el pasado, y eres arrojado de nuevo al centro mismo de tu ser. Eres inocente de nuevo, eres nuevamente un niño. A eso se refiere Jesús cuando dice: «A menos que sean como niños pequeños no en­trarán en el reino de Dios». ¿De qué reino está hablando? Está ha­blando del reino que está dentro de ti: el centro, la esencia, o pue­des llamarlo de cualquier modo que quieras. Una rosa es una rosa, no importa con qué nombre la llames.

 La infancia puede ser recuperada, redescubierta. Esa inocencia; esa inocencia hermosa puede ser tuya otra vez. Y será mucho más rica de lo que era porque ahora estarás completamente alerta a ella. Y además serás consciente. Ser un niño conscientemente es ser un santo.

  Hay una historia de un niñito de seis años que, junto con su novia de cinco años, se acercó a su madre con la noticia de que se iban a casar.

  «y qué van a hacer para conseguir dinero?», le preguntó la madre.
  «Bueno», dijo el niñito, «a mi me dan diez centavos por semana y a  María le dan cinco centavos por semana».
  «¿ y dónde van a vivir tú y ella?».
  «Bueno, pensamos que una semana viviremos en nuestra casa y la se­mana siguiente viviremos en la de María».
  «¿Qué van a hacer cuando tengan hijos?», preguntó la madre.
  «Bueno -replico el niñito- toco madera ¡hasta ahora hemos tenido mu­cha suerte!».

 Esa inocencia todavía está en ti en algún lugar. Esa totalidad, esa ignorancia hermosa todavía está en ti en algún lugar, oculta detrás de muchas capas de la personalidad. Y esas capas siguen repitiéndo­se a si mismas.

Observa la cualidad repetitiva de tu mente. Aun si a veces cam­bia las palabras, sigue repitiendo lo mismo. Aun si a veces cambia los hábitos... podrás dejar de fumar, entonces empiezas a mascar chicles. Es lo mismo, es el mismo juego con diferentes juguetes. Observa la naturaleza totalmente no original de tu mente. La consciencia es original: la mente siempre es repetitiva y no original.

 Llegó un telegrama al cuartel del ejército. La madre del Cabo Jones ha­bía muerto. Esa noche en el patio de prácticas el sargento mayor les gritó a los hombres: «¡Atención! Jones, su madre está muerta. Muy bien, hom­bres, rompan filas».

      El pobre cabo Jones tuvo un colapso, muy perturbado. A la mañana si­guiente el comandante llamó al sargento mayor a su oficina. «Bueno, sar­gento mayor, unas palabras acerca de la muerte. Cuando el padre de al­guno de los hombres fallece, se va al más allá para encontrarse con su ha­cedor, por así decirlo, pienso que sería mejor para la moral de la tropa si diese la noticia con un poco más de gentileza. Sea un poco más sutil ¿en­tiende lo que quiero decir? Un abordaje diferente, ¿entiende lo que quiero decir? ¡Puede irse ahora!».

 Ahora, sucedió que un mes más tarde el padre del pobre Jones también falleció. El sargento mayor, recordando lo que su oficial le había dicho, pensó: «Bueno, ahora: un abordaje diferente, sutil ¡un poco de gentileza!».

 Esa noche llamó a los hombres: «¡Atención! Todos los que tengan padre que den un paso al frente. Jones, ¿a dónde diablos cree que está yendo?».

 No hay mucha diferencia. La mente es repetitiva, la mente es só­lo un viejo disco grabado. Puedes cambiar las palabras, puedes cam­biar los hábitos, ella sigue siendo la misma.
He observado a muchos de tus santos y no he visto absoluta­mente ninguna diferencia. Todavía están en el mundo aunque vi­van en el monasterio. Sólo han cambiado las formas, las formas superficiales, pero su mente es exactamente la misma, sin ninguna di­ferencia. Están jugando los mismos juegos con nuevos nombres, y están totalmente satisfechos.

 Siempre he sentido una profunda compasión por tus así llama­dos santos; son verdaderamente dignos de lástima. Toda vez que veo un así llamado santo, en lo profundo digo: «pobre hombre», porque él piensa que es un ser cambiado. No lo es. Primero estaba corriendo tras el dinero, ahora corre huyendo del dinero, pero la ca­rrera continúa. Primero estaba ansiando continuamente esa mujer y aquella otra, ahora tiene miedo continuamente de las mujeres. Pe­ro sigue estando obsesionado con la misma idea; que sea a favor o en contra no hace ninguna diferencia. Está enfocado en el mismo blanco. Primero estaba en la lujuria, ahora está en la anti-lujuria, pero el objeto de la lujuria o la anti-lujuria es el mismo.

 Entonces, sea que desees el mundo o que renuncies a él no ha­brá mucha diferencia, a menos que entiendas los modos de obrar de tu mente, cómo funciona repetitivamente. Observa. No hay que hacer nada más: sólo observa. Observa todos los modos sutiles en que la mente se mueve hacia los viejos surcos, simplemente sigue observando... y lenta, lentamente surge el observador, el observa­dor sobre las colinas. Y la mente se deja muy atrás.

 Abajo, en lo profundo del valle, ésta continúa, sigue reprodu­ciendo la cinta grabada. Pero tú ya no eres ella, no estás más en ella. Puedes usarla toda vez que sea necesario, y puedes olvidarte todo acerca de ella toda vez que no la necesites.

Al hablar contigo, tengo que usar la mente; no hay otro modo de hacerla. Pero en el momento en que me vaya mi habitación la apago. Es sólo una cuestión de prenderla y apagarla. Es un buen mecanismo, puede usarse de manera beneficiosa. El problema sólo surge cuando se vuelve el amo y empieza a usarte a ti.

 Y eso es lo que está sucediendo. La mente se ha vuelto el amo y la consciencia está completamente perdida. Recupera tu consciencia, vuélvete más alerta y atento. Y lo mejor es estar atento a tu propia mente. Observa simplemente sus métodos sutiles y delicados, cómo va jugando juegos.

  Y no estoy diciendo que cambies esos juegos, porque si te inte­resas en cambiar, te olvidarás de observar. Es por eso que no les di­go a mis sannyasins: «Dejen el mundo». Les digo: «Vivan donde sea que estén». A veces hasta parece extraño...

Hace pocos meses estuvo aquí una prostituta francesa. Ella que­ría. tomar sannyas pero también tenía miedo, tenía miedo de que si yo llegaba a saber que ella era una prostituta podría no darle la ini­ciación. Pero ella era realmente un alma sincera, no pudo ocultarlo. Y eso es lo que llamo santidad. Ella dijo: «No debo ocultarlo de ti, tengo que decirte que soy una prostituta. ¿Puedes iniciarme en sannyas aun así?».

 Le dije: «Podría haberte rechazado antes, pero ahora no puedo re­chazarte. Tu inocencia, tu sinceridad... nadie te lo estaba preguntan­do, lo dijiste por ti misma. Eso es hermoso. Te iniciaré».


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 Entonces otro problema surgió en su mente. Cuando después de unos pocos meses ella se iba de regreso, preguntó: «¿Qué se supone que haga ahora? Soy una prostituta y ésa es la única profesión que conozco. ¿Qué voy a hacer ahora? ¿Me darás alguna indicación?». Le dije: «¿Quién soy yo para darte cualquier indicación? Ve simple­mente, y sigue haciendo lo que sea que hayas estado haciendo. Só­lo sé observadora de aquí en adelante».

 Ella dijo: «¿Quieres decir que puedo seguir siendo una prostitu­ta?». Le dije: «Ése no es el asunto, si continuas como prostituta o no. Aun si lo dejas y te vuelves una monja, tu mente seguirá siendo la misma que la de la prostituta. No es una cuestión de dónde estás: en una monasterio como monja o en el mundo como una prostitu­ta. Ése no es el asunto en absoluto. El asunto, todo el asunto, con­siste en una sola cosa, y es ésta: donde sea que estés, observa tu mente. Ahora vuélvete alerta. Permite que esta luz de la observación esté siempre allí. Y si alguna transformación sucede a través de esta observación, eso es otra cosa».

Y sucedió. Pero eso no es renuncia, eso no es renunciar a nada. Algo simplemente se marchita, algo se vuelve totalmente estúpido y desaparece. Algo simplemente cae; no puedes sostenerlo más por­que es muy estúpido.

 Mis sannyasins tienen que permanecer en el mundo tal como son. Todo lo que enseño es: vuélvete más alerta, consciente y obser­vador. Y si algo sucede a partir de esa observación, es bueno. No es tu elección, sucede sin elección.

Dices: ¿ Por qué es tan difícil ser silencioso?

Porque todavía te estás aferrando a tu ego con miedo de morir. ­

Dices: Mis palabras son tan mecánicas y usadas.

Las palabras de todos son mecánicas y usadas.

Dices: Una repetición continua de historias, el mismo viejo pasado que no existe. más.

Sí, así es con todos. No te preocupes por eso, no estás sufriendo de nada especial. Es sólo la enfermedad común del hombre, la en­fermedad común llamada «mente»; muy común y normal.

Dices: ¿Cómo es que todavía no estoy cansado de ello?

 Porque todavía la estás inventando. ¿Cómo puedes estar cansada? Sigues mejorándolo. Sigues pintándolo aquí y allá, decorándo­lo y refinándola un poca más. Todavía estás trabajando en él; ésta es tu creación. La pintura todavía no está terminada, está en cami­no... Por eso todavía no estás aburrida de él. Y no te aburrirás si sigues trabajando en él, mejorándolo, refinándolo, haciéndolo más delicado y hermoso; nunca te aburrirás.

 Deja de cooperar con él. Y el modo de dejar de cooperar es vol­verte alerta. entonces, inmediatamente la cooperación desaparece.

 Simplemente inténtalo. Hay enojo: date cuenta del enojo. No estoy diciendo que detengas el enojo, que dejes el enojo; simplemente date cuenta. Ve que el enojo está allí y observa que está surgiendo, que estás rodeado por él, que está clamando a tu alrededor como una nube y que te sofoca. Sigue observando, sin hacer nada. En el momento en que haces algo, has perdido tu estada de observación. Hacer significa que te involucras, hacer significa que coo­peras. Y hay dos tipos de cooperación: puedes  estar a favor o estar en contra. Ambos son cooperación. De ambos modos te enredas.

 Evita estar a favor o en contra. No estés a favor del enojo, no estés en contra del enojo. Está allí, es un hecho. Sólo observa sin ningún jui­cio, y te sorprenderás: pronto habrás encontrado una clave de oro. Ob­servando, lentamente desaparece. Y desaparece sin dejar rastros en ti. Entonces tienes la clave; úsala entonces para todo tipo de pensamientos.

 Un día te habrás vuelto alerta del proceso secreto de la observa­ción, que la observación destruye la mente, te desconecta de la men­te. Observar apaga la mente. Y una vez que te hayas elevado por en­cima de la mente, como un pico del Himalaya, tú serás el amo.
Ésa es la meta de ser un sannyasin.


Osho
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Fuente: Osho/Bhagwan Shri Rajnísh/es.wikipedia.org/
Fuente: oshogulaab.com