El matrimonio puede tener un significado más profundo si existe debido al amor
Los amigos han formulado muchas preguntas... Uno ha preguntado que
porqué seleccioné el sexo y la lujuria como tema de mi charla. Permitidme
explicároslo. Se celebró una reunión pública en una plaza de Bombay y un pundit
estaba hablando sobre Kabir y de su filosofía. Recitó algunos de sus versos y
luego habló sobre su significado. «Kabira khada bazarmen liye lukathi hath; jo
ghar barai aapna chale hamare saath». «Kabir se halla de pie en medio de un
gentío. Agita su bastón y grita, llamando a la gente, a todos y a cada uno:
«Sólo deberían seguirme aquellos que tengan el valor suficiente como para
quemar sus hogares»».
Observé que la gente se sentía complacida con esa invitación y supuse
que la gente que se siente cómoda oyendo un mensaje tan drástico y profundo de
Kabir debería también tener el valor suficiente como para incendiar sus hogares
y partir en la búsqueda de la verdad. Pensé que podría hablar con esa gente de
manera franca, desde lo profundo de mi corazón. Sin embargo, ninguno de ellos
estaba dis-puesto a abandonar su hogar o a quemarlo. La cuestión es que si
Kabir hubiese estado aquí, no le habría gustado en absoluto la si-tuación.
Todos los que aquí estamos nos deleitamos escuchando lo que Kabir dijo, pero
ninguno de los que allí estaban presentes, hace trescientos años, disfrutó
cuando Kabir lo dijo. Yo también me hallaba bajo el influjo de la misma ilusión
que hechizó a Kabir o a Cristo. Después de todo, el hombre es un animal
prodigioso. Disfruta escu-chando lo que dijeron aquellos que están muertos y
amenaza con matar a aquellos que están vivos.
Se me pidió que dijese algo acerca de la Verdad. Y para poder hablar de
la Verdad es necesario desenmascarar aquellas falsedades que el hombre ha
aceptado como verdades. Muchos de los principios que tomamos como verdades, en
realidad no lo son. A menos que expongamos esas falsedades, no podremos dar el
primer paso hacia la verdad.
Se me había pedido que hablara del amor. Sentí que, mientras nos
hallemos aferrados a algunas suposiciones incorrectas acerca del sexo y la
lujuria, no podremos comprender o apreciar al amor. Mientras estas equivocadas
creencias estén enraizadas en lo pro-fundo, cualquier cosa que digamos sobre el
amor será incompleta, se desperdiciará, no será la verdad. Por esto, para
centrarme en eso, hablé de la lujuria y del sexo en esta reunión.
Dije que la energía misma del sexo puede ser transformada en amor. Si un
hombre compra estiércol -que en sí es sucio y hediondo- y lo amontona cerca de
su casa, en la calle, hará que a la gente le sea difícil pasar por allí. Pero
si esparce el estiércol en su jardín, entonces lo que haya plantado crecerá.
Las semillas se convertirán en plantas que florecerán y su fragancia será una
invitación para todos. La gente que pase se sentirá encantada. Sin embargo,
rara vez debes haber pensado que la fragancia de la flor no es otra cosa que el
mismo ofensivo olor del abono. Al elevarse, desde la semilla a la planta, el
hedor del abono se transforma en el perfume de la flor. El mal olor puede
transformarse en un olor placentero.
Del mismo modo, el sexo puede transformarse en amor, pero, ¿cómo puede
llenarse de amor aquél que odia al sexo? ¿Cómo puedes transformar el sexo si
eres su enemigo? Es por esto que insistí en que era esencial comprender el
sexo, el entender la lascivia.
Así que el otro día dije que era necesario transformar al sexo. Pensé
que aquellos que reflexionaban sobre la posibilidad de quemar sus propias casas
se sentirían complacidos al oír unas charlas llanas y directas.
Desgraciadamente, en esto me equivoqué.
Ese día, cuando finalicé mi charla, me sorprendí al ver que todos los
líderes que estaban en el estrado, los amigos que habían orga-nizado la reunión
se habían desvanecido en el aire. No vi a ninguno de ellos cuando me dirigía a
la salida por el pasadizo. Pensé que pro-bablemente habían ido corriendo a sus
casas para que éstas no se incendiaran, pero aún más probablemente, se
apresuraron a llegar a sus hogares para encender ellos el fuego.
Ni el organizador principal se hallaba presente para darme las gracias.
Todos los líderes se habían esfumado. Ya habían desaparecido mucho antes de
terminar la charla. Los líderes son una especie muy débil... y también muy
rápida. Huyen antes que sus seguidores lo hagan.
Sin embargo, algunas personas valerosas se me acercaron: Algu-nos
valientes, hombres y mujeres; unos viejos y otros jóvenes. Todos dijeron que yo
les había dicho cosas que nunca nadie les había dicho antes. Dijeron que se les
habían abierto los ojos, que se sentían mucho más ligeros en su interior. En
sus ojos, en sus lágrimas de alegría, había un sentimiento de gratitud. Ellos
me pidieron que completara esta serie de charlas. Esta gente sincera estaba
dispuesta a comprender la vida. Deseaban que elaborara más el tema. Ese fue uno
de los motivos de mi regreso a Bombay. Una gran multitud se reunió cuando salí
del Bhavan, y me felicitó por lo que había dicho. Entonces sentí que, aun
cuando los líderes se habían esfumado, el público estaba conmigo, y fue así que
en ese momento decidí exponer el tema exten-samente. Y éste es el porqué del
seleccionar este tema.
Otro motivo fue que aquellos que huyeron del auditorio habían comenzado
a decirle a la gente, en todas partes, que yo decía tales blasfemias que la
religión sería, con toda seguridad, destruida; que había hablado de temas que
volverían irreligiosa a la gente. Por lo tanto, pensé que debía elaborar mi
punto de vista, aun cuando fuera sólo para replicarles. Sentí que debían saber
que la gente no se iba a volver irreligiosa si oía charlas acerca del sexo,
sino que al contrario, eran irreligiosos porque hasta ahora no habían
comprendido el sexo.
La ignorancia puede volverte irreligioso. El conocimiento nunca te hará
irreligioso. Y afirmo que, aunque el conocimiento pudiese producir
irreligiosidad, prefiero ese conocimiento. Pero por supuesto, éste no es el
caso. El conocimiento es religión y la ignorancia es irreligiosa. Además, esa
religión que se aprovecha de la falta de cono-cimiento no es religión en
absoluto: es anti-religión. Y cuanto antes nos deshagamos de ella, mejor. La
luz que teme a la luz no es luz en absoluto. Es oscuridad disfrazada de luz.
No, la luz siempre invita a la luz. El conocimiento siempre da la bienvenida al
conocimiento. Y recordadlo, la religión no es más que otro nombre para la
búsqueda del conocimiento sublime, para la percepción de la luz pura. La
igno-rancia, la oscuridad, es siempre dañina.
Si la Humanidad es envilecida aún más, si sobreviene una com-pleta
perversión, si ocurre una desintegración debido a la lascivia, si el hombre se
neurotiza debido a la ignorancia respecto al sexo, la culpa no es de aquellos
que meditan y reflexionan respecto al tema sexual. La culpa es de esos mal
llamados líderes y predicadores de la moral y la religión, que han intentado
mantener al hombre en la ig-norancia durante miles de años. La Humanidad se
habría liberado de la sexualidad hace mucho tiempo, de no ser por estos
opresores. El sexo es normal, pero debemos la invención de la sexualidad a
estos gurús religiosos. Este escándalo no podrá ser superado mientras haya
ignorancia respecto al sexo.
Yo no estoy a favor de la ignorancia en ningún aspecto de la vida.
Siempre estoy dispuesto a dar la bienvenida a la verdad a cualquier precio. Así
que pensé que si un rayo aislado de luz podía producir tanta agitación en la
gente, entonces era conveniente clarificar todo el espectro, aclarar si el
conocimiento vuelve al hombre religioso o irreligioso. Fue en esto que me basé
para seleccionar este tema. Sin ello, no habría tenido la idea de elegirlo; sin
eso, no habría mencionado en absoluto el asunto.
Desde este ángulo, merecen nuestra gratitud aquellos que crearon esta
oportunidad e, indirectamente, me hicieron elegir el tema de estas cuatro
conferencias. Así que si tenéis la intención de agradecerme la elección del
tema, por favor no lo hagáis; en vez de eso, agradecédselo a aquellos que me
están difamando. Ellos me han obligado a hablar de esto.
Ahora, vayamos al tema en sí.
Un amigo ha preguntado que, si la transformación del sexo se convierte
en amor, ¿quiero acaso decir que también el amor de una madre por su hijo se
debe al sexo? Algunos otros también han for-mulado preguntas similares.
Resultará útil comprender esto.
Si escuchásteis atentamente, recordaréis que os dije que existe una
intensa profundidad en la experiencia del sexo, a la que habi-tualmente nadie
llega. Existen tres niveles del sexo, y deseo hablar ahora acerca de ellos.
Uno de ellos es el nivel más grosero. Un hombre acude a una prostituta.
La experiencia que allí obtiene no puede ser más profunda que la del nivel
físico. Una prostituta puede vender el cuerpo, pero no dar el corazón y por
supuesto, no existe forma de vender el alma.
Los cuerpos pueden encontrarse, como ocurre en una violación. En una
violación, no hay encuentro de los corazones o las almas. Una violación puede
ocurrir sólo en el nivel físico: no existe forma de violar un alma. La
experiencia de la violación es física. La experiencia primaria del sexo se
halla en el nivel fisiológico, pero aquellos que se detienen allí no podrán
lograr la experiencia total del sexo. No podrán conocer las profundidades
acerca de las cuales he estado hablando.
Hoy en día, la mayoría de las personas se ha detenido en el nivel
físico. En relación a esto, es necesario saber que en aquellos países donde los
matrimonios ocurren sin amor, el sexo se estanca en el ni-vel físico: no puede
avanzar más allá de ese punto. Ese matrimonio puede ser de dos cuerpos, pero no
de dos almas. Sin embargo, el amor sólo puede ocurrir entre las almas. El
matrimonio puede tener un significado más profundo si existe debido al amor,
mientras que los matrimonios que ocurren mediante cálculos de pundits y
astró-logos o en base a consideraciones de casta, credo o asuntos mone-tarios,
no podrán ir más allá del nivel físico.
Existe una ventaja en este sistema, en el sentido de que el cuerpo es
más estable que la mente, de modo que en la sociedad en la cual el cuerpo es la
base del matrimonio, el sistema matrimonial resultará más estable. Durará más,
pues el cuerpo no es algo inestable, porque el cuerpo es casi un factor
constante. En él, los cambios aparecen muy, muy lentamente, en forma casi
imperceptible. El cuerpo es algo constante y aquellas sociedades que creyeron
necesario estabilizar la institución del matrimonio, que creyeron necesario
mantener la mo-nogamia, sin dejar abierta la posibilidad de cambios, tuvieron
que renunciar al amor. Tuvieron que extirpar el amor. Esto se debió a que el corazón
es la morada del amor, y el corazón es inestable. En esta misma línea, los
divorcios serán inevitables en aquellas sociedades en que el matrimonio se basa
en el amor. En esas sociedades, los matrimonios cambian a cada instante; no
pueden constituir un conve-nio estable, pues el amor es fluido. El corazón es
mercurial; el cuerpo es constante, estable.
Si en tu jardín encuentras una piedra, esa piedra estará por la tarde en
el mismo lugar en el que estuvo por la mañana, pero una flor aparece por la mañana
y por la tarde se marchita, se cae al suelo. La piedra es un objeto inanimado.
Tal como estaba por la mañana seguirá estando por la tarde. Los matrimonios que
se realizan en un nivel físico traerán estabilidad, pero no distinta a la de
las piedras. Esto va en favor del interés social, pero en detrimento del
interés del individuo.
En matrimonios de ese tipo, el sexo entre esposo y esposa no llega a
dimensiones más profundas. El sexo se transforma en una mera rutina mecánica.
La sensación se repite con frecuencia y luego se fosiliza. No ocurre nada más,
excepto que los participantes se encuentran cada vez más embotados. Existe muy
poca diferencia entre acudir a una prostituta y el estar casado en un
matrimonio sin amor. Acudes a una prostituta por un día, mientras que compras
una esposa por toda la vida. Esa es la única diferencia. Cuando no hay amor, se
compra algo, sea por un día o para toda la vida. Por supuesto, debido a la
asociación cotidiana, surge un cierto tipo de relación... y la llamamos amor. Eso
no es amor; el amor es algo totalmente diferente. Este matrimonio es corporal,
y, por tanto, la relación no podrá ser más profunda que la del nivel físico.
Ninguno de los manuales y escrituras que, desde el Vatsyayana hasta el Pundit
Koka, se han escrito, no van más allá de el nivel físico.
Esto es respecto a un primer nivel. Otro nivel es el psicológico; el de
la mente, el del corazón El matrimonio de aquellos que se enamo-ran y luego se
casan va un poco más lejos, un poco más profundo que los matrimonios de nivel
físico. Llega al corazón, llega al nivel psicológico. Sin embargo, debido a la
monotonía diaria, también bajan al nivel físico. La institución matrimonial que
se ha desarrollado en Occidente en los últimos doscientos años, se halla en
este nivel. Y debido a esto, sus sociedades están desmembradas y corrompidas.
El motivo de esto es que no puedes fiarte de la mente o del
sen-timiento. La mente hoy desea algo y mañana pedirá algo diferente. Por la
mañana, desea algo determinado y por la tarde pedirá algo dis-tinto. Lo que
siente ahora será algo totalmente diferente de lo que sintió hace sólo unos
instantes.
Puede que hayas oído que Byron, antes de que finalmente se casara, había
tenido relaciones íntimas con, al menos, sesenta o setenta mujeres. Cuando
salía de la iglesia, después de la ceremonia, llevando del brazo a su nueva
mujer, recién casados, vio a una hermosa mujer que pasaba por allí. Su belleza
le transfiguró. Por un instante se olvidó de su esposa y del muy reciente
matrimonio. Pero debió de ser un hombre muy sincero, pues le dijo a su esposa:
«¿Te has dado cuenta? Acaba de suceder algo extraño. Hasta ayer, cuando aún no
estábamos casados, yo estaba preocupado: no sabía si lograría o no hacerte mía.
Tú eras la única mujer que había en mi mente. Pero ahora, cuando ya estamos ya
casados... acabo de ver a una hermosa mujer pasando por la calle cuando
bajábamos las escaleras. Por un instante me olvidé de ti; mi mente comenzó a
correr detrás de esa mujer, y en un destello, me cruzó por la mente la
pregunta: ¿podría conseguir a esa mujer?».
¡Ah! La mente cambia a cada instante. Y tanto es así que aquellos que
deseaban estabilizar la vida familiar, no permitieron que el matrimonio
alcanzara el plano psicológico. Fue detenido en el plano físico. Dijeron,
«Cásate, pero no por amor. Si el amor aparece después del matrimonio, acéptalo;
de otro modo, deja las cosas tal y como están.»
La estabilidad es posible en el plano físico, pero en el plano
psi-cológico resulta muy difícil. La experiencia sexual es más profunda y sutil
en el plano mental. Y por tanto, la experiencia en Occidente es más profunda
que en Oriente. Los psicólogos de Occidente, de Freud a Jung, han escrito
acerca de esta segunda etapa del sexo: el nivel psicológico. Pero el sexo del
cual hablo corresponde al tercer nivel, que hasta ahora no ha sido alcanzado ni
en Oriente ni en Occidente. Este tercer nivel es el espiritual. En el nivel
físico, existe cierto tipo de estabilidad, pues el cuerpo es inerte. También
existe una estabilidad en el nivel espiritual, pues tampoco hay cambio en ese
nivel: allí sólo hay calma y eternidad. Y entre estos dos niveles existe el
nivel psico-lógico, que es escurridizo como los recuerdos.
Occidente está experimentando en este nivel, y es por esto que allí los
matrimonios se deshacen y las familias se desintegran. Un matrimonio que haya
surgido de la mente y una familia estable no son elementos compatibles. Ahora
la tendencia es divorciarse cada dos años, pero puede que llegue a ocurrir cada
dos horas. La mente puede variar hasta en una hora. La sociedad occidental se
halla desarticulada. En comparación a esto, la sociedad oriental ha sido
estable; pero Oriente no ha logrado penetrar en las profundidades sutiles y
sublimes del sexo. Un hombre y una mujer que se unan en un nivel espiritual
-aun cuando sea sólo una vez- sienten que se han unido en una interminable
cadena de vidas futuras. Ahí existe fluidez; la ausencia de tiempo y el puro
éxtasis son el regalo de novios.
Tantra Yoga Meditación |
El sexo del que os hablo es el sexo espiritual, la experiencia divina.
Yo deseo que exista una orientación espiritual del sexo. Y si entendéis lo que
estoy diciendo, comprenderéis que el amor de la madre hacia el hijo forma parte
del sexo espiritual. Diréis que ésta es una afirma-ción disparatada. ¿Qué tipo
de relación sexual podría haber entre madre e hijo? Para comprender esto
correctamente tendremos que analizar muchos otros aspectos del sexo y de las
interrelaciones entre esposo, esposa e hijo.
Tal y como os dije, un hombre y una mujer, un marido y su esposa, se
encuentran solamente por breve espacio de tiempo. Sus almas también se
encuentran, se unen, pero sólo por un instante, mientras que el hijo permanece
en el vientre de la madre por un período de nueve meses. Durante este tiempo su
existencia es una con la de la madre. El marido también establece un contacto
con su esposa a este nivel, donde solamente hay existencia, donde solamente hay
ser. Pero es sólo por un instante, y luego se separan. Se encuentran por un momento
y luego se distancian. Por tanto, la intimidad que la madre tiene con el hijo
no resulta posible con el marido, no puede lograrse.
El niño en el vientre de la madre respira el aliento de la madre,
palpita a través del corazón de la madre, es uno con la sangre y la vida de la
madre. Aún no tiene existencia individual; aún forma parte de la madre. Ningún
marido puede satisfacer a una esposa en el grado en que un hijo lo hace. Ningún
marido puede jamás proporcionar a la esposa un sentimiento de unidad profundo
como la que un hijo puede dar. Y también, el crecimiento de una mujer es
incompleto si no llega a la maternidad. Una mujer no alcanzará el pleno
desarrollo de su personalidad, el florecimiento de toda su belleza, si no se
convierte en una madre. Una mujer no podrá estar totalmente satis-fecha sin
convertirse en una madre, a menos que descubra la relación profunda y
espiritual que existe entre la madre y el hijo.
Junto con esto, daos cuenta por favor de que, apenas una mujer se
transforma en madre, su interés en el sexo decae automáticamente. Ha probado
intensamente el sabor de la maternidad al coexistir du-rante nueve meses con
una vida palpitante y a partir de ese momento, el sexo tiene poco atractivo
para ella. A veces el marido se queda perplejo ante esta apatía, pues el
convertirse en padre no modifica en nada su actitud hacia el sexo. El no tiene
ninguna relación profunda con el proceso del nacimiento. No tiene unión
espiritual con la nueva vida que nace. Pero en una mujer, convertirse en madre
implica un cambio fundamental. El padre constituye una institución social. El
niño puede crecer sin el padre; pero con la madre tiene una relación
profundamente establecida.
Después del nacimiento de un niño, un nuevo tipo de calidez es-piritual
cobra fuerza en una mujer. Si miras a una mujer que se ha convertido en madre y
a una mujer que no lo es, sentirás una diferencia entre sus personalidades en
razón de la tranquilidad que emanan. En una madre hallarás una placidez, una
calma; la calma que ves en un río que ha llegado a la llanura. En aquella que
aún no es madre descu-brirás una fluidez efervescente, como la de un arroyo que
aún se halla en las montañas, que fluye, ruge, y se precipita hacia el llano.
Una mujer se tranquiliza, se calma y se serena después de alcanzar la
maternidad.
En relación con esto, quiero decir que la mujer que se halla loca por el
sexo -como es el caso en el Occidente de hoy- no desea con-vertirse en madre,
pues después de la maternidad la atracción por el sexo disminuye súbitamente.
La mujer occidental rehúsa convertirse en madre, pues apenas lo es, pierde
interés en el sexo. La complacencia en el sexo permanece mientras no se
convierte en madre.
Los gobiernos de muchas naciones occidentales se hallan preo-cupados
respecto a este problema. Si este estado de cosas se perpetúa, ¿qué le ocurrirá
a la población mundial? Nosotros estamos preocu-pados por el aumento de la
población y algunos países occidentales están asustados por la disminución de
la población. Esto se debe a que nada podrá hacerse si la idea de que si te
conviertes en madre te desinteresas por el sexo, se establece firmemente. Por
ley, podría implantarse un programa de planificación familiar, pero ninguna
norma legal puede forzar a una mujer a convertirse en madre. Este problema de
los países occidentales es más complicado que nuestro problema de
superpoblación. Podemos detener el aumento por la fuerza o en forma legal, pero
ellos no pueden aumentar en número por medio de una ley. En los próximos
doscientos años, este problema adquirirá enormes proporciones en Occidente,
pues la población de Oriente seguirá aumentando de forma espectacular, y podría
conducir a que estos países dominaran al mundo entero. Simultáneamente el poder
del hombre en Occidente disminuirá con el paso del tiempo.Tendrán que convencer
a las mujeres para que se conviertan nuevamente en madres.
Algunos de sus psicólogos han comenzado a apoyar los matri-monios de
niños. Una mujer que se acerque a la madurez no va a in-teresarse por
convertirse en madre. Estará más interesada en disfrutar sexualmente. Esos
psicólogos favorecen el matrimonio a edad muy temprana, pues de esa forma, la
mujer no se vería perturbada por otras ideas antes de haberse convertido en
madre. Esta fue también una de las razones que había tras los matrimonios entre
niños en el Oriente. Ellos sabían que la mujer no desearía casarse y ser madre
cuando llegará a la adolescencia, cuando se hiciera consciente del sexo, cuando
ya hubiera probado y gustado del sexo. Esta actitud de inmensa atracción por el
sexo está presente en las mujeres hasta que llegan a saber lo que pueden
obtener convirtiéndose en madres. Eso lo pueden comprender sólo después de
serlo y no existe forma de tener noción de ello antes de que ocurra.
¿Por qué una mujer se siente tan gratificada tras ser madre? Porque ha
mantenido una experiencia de sexo espiritual continua y divina con el niño. Y
es sólo debido a esto que hay una intensa intimidad entre una madre y un hijo.
Una mujer ofrecerá su vida por su propio hijo, pero no podrá concebir siquiera
la posibilidad de quitarle la vida. Una esposa puede matar a su esposo; ha
ocurrido muchas veces. Si no lo hace, puede que produzca las condiciones en su
hogar que conduzcan al mismo punto. Pero con respecto a su hijo, nunca podrá pensar
en una cosa así, puesto que en este caso la relación es muy íntima.
Pero al mismo tiempo quiero decir que, cuando ella desarrolla una
relación profunda con su esposo, el esposo también se convierte en un hijo para
ella; entonces deja de ser su esposo.
Hay muchos hombres y muchas mujeres sentados en esta reunión. Deseo
preguntarles a los hombres presentes si, cuando se han sentido inundados de
amor por sus esposas, ¿no se han comportado acaso como niños con sus madres?
¿Sabes acaso por qué la mano del hombre es inconscientemente atraída por el
pecho de la mujer? Esa es la mano de un niñito buscando el pecho de su madre.
Tan pronto como un hombre se halla inundado del amor por una mujer, su mano se
dirige hacia el pecho de la mujer ¿Por qué? ¿Qué relación guardan los pechos
con el amor o con el sexo? El sexo no guarda ninguna relación intrínseca con
los pechos, pero el niño establece una aso-ciación con los pechos de la madre.
Desde su infancia, el niño se ha empapado con la idea de que su relación es con
el pecho, la línea de la vida. Cuando un hombre se halla lleno de amor, se
transforma en un hijo.
Y recíprocamente, ¿adónde se dirige la mano de la mujer? Va ha-cia la
cabeza del hombre; los dedos comienzan a acariciar el pelo. Estos son los
recuerdos del niño. Ella acaricia el pelo de su hijo. Es por eso que, si el
amor florece en forma total, a nivel espiritual, el ma-rido se transforma en un
hijo - debe transformarse en un hijo-. Enton-ces uno puede suponer que ha
alcanzado el tercer nivel del sexo: el nivel espiritual. Pero nosotros
desconocemos esta relación.
La relación de marido y mujer es el comienzo, no el final, de un viaje.
Y recuérdenlo, esposo y esposa siempre se hallarán en tensión, pues se trata de
un viaje. Un viaje siempre es agotador; sólo puedes tener paz al llegar a tu
destino. Esposo y esposa no pueden estar en calma, pues siempre se hallan en
movimiento, siempre en el camino. Y la mayor parte de la gente muere durante
ese viaje y jamás llegan a la meta. Debido a esto, siempre hay un conflicto
interno entre marido y mujer. Todo el tiempo hay un forcejeo y a eso lo
llamamos amor.
Desgraciadamente, ni el marido ni la mujer comprenden el verdadero
motivo de la tensión, de la rivalidad. Creen que es un problema de desavenencia
entre ellos. El marido cree que, si se hubiese tratado de otra mujer, todo
habría ido mejor, y la mujer piensa que, si se hubiese encontrado con otro
hombre, es probable que todo hubiera ido bien. Deseo decirles que ésta es la
experiencia de todas las parejas del mundo. Si se te da la oportunidad de
cambiar tu pareja, la situación no variará un ápice. Será como cambiar de
hombro cuando llevas un ataúd al cementerio. Te cambias de hombro y al
principio sientes un alivio. Después de un breve lapso, te darás cuenta de que
el peso se siente igual que antes. La experiencia de Occidente, donde el
divorcio se halla muy difundido, es que la siguiente esposa resulta ser, al
cabo de poco tiempo, igual a la anterior. De la noche a la mañana, el nuevo
marido resulta igual que el anterior. El motivo de esto no se halla en la
superficie, sino en lo profundo. El motivo no tiene nada que ver con el
individuo, hombre o mujer. La razón es en que el matrimonio es un viaje, un
proceso. Ni es el objetivo ni la meta. Habrán llegado a la meta cuando la mujer
se transforme en una madre y el hombre se transforme en un hijo.
Un amigo ha preguntado algo en relación a esto. El dice que no me acepta
como una autoridad en el tema del sexo. Consiente en preguntarme acerca de
Dios, pero no acerca del sexo. Dice que él y algunos de sus amigos vinieron
aquí a oír hablar de Dios y que, por tanto, sólo debería hablar de Dios. Quizás
no saben que resulta inútil preguntar acerca de Dios a una persona a la que ni
siquiera con-sideramos una autoridad respecto al sexo. ¿Pensarías preguntar
sobre la cima dorada a una persona que ni siquiera sabe nada respecto al primer
campamento? Si lo que digo respecto al sexo no es aceptable, no deberíais venir
a preguntarme acerca de Dios. Si no me creéis capacitado para hablar ni
siquiera del primer paso, esa pregunta resulta superflua. ¿Cómo podría ser
competente para hablar del último paso?
La psicología que subyace en esta interrogante es que, hasta ahora, Kama
y Rama, la lujuria y Dios, son considerados como enemigos recíprocos. Hasta
ahora, también se da por sentado que aquellos que se hallan en busca de la
religión no tienen nada que ver con el sexo y que aquellos que indagan en el
sexo no pueden tener nada en común con los asuntos espirituales. Las dos ideas
son una ilusión. El viaje hacia Kama es también el viaje hacia Rama; el camino
hacia la lujuria es también el que conduce a la luz. La tremenda atracción
hacia el sexo es también la búsqueda de lo Sublime.
Debido a que el hombre se halla completamente envuelto en el sexo, nunca
siente que su viaje se ha completado. A menos que llegues a Rama, la
sublimación, la búsqueda, no puede terminar. Y aquellos que se hallan en contra
de Kama -el sexo- y parten en busca de Rama, no se hallan en busca de lo
Sublime. No es otra cosa que escapismo en nombre de Rama. Se ocultan bajo el
disfraz de Rama para apartarse de Kama, porque se hallan muertos de miedo
respecto al sexo, porque sus vidas se hallan perturbadas por el sexo. Buscan
refugio repitiendo el nombre de Rama en voz alta: Rama, Rama... para poder
olvidarse del sexo, de Kama.
Cuando veas a un hombre entonando el nombre de Rama, obsérvalo con detenimiento. Detrás del nombre de Rama estará el eco de Kama. Allí verás una muy mar-cada conciencia del sexo. Si una mujer se aparece, comienza a usar su rosario, a repetir Rama, Rama, Rama. Si una mujer aparece ante él, recorrerá el rosario a toda velocidad y entonará el nombre de Rama a voz en grito. Kama, que está en tu interior, trata de salir; el escapista trata de ignorarlo, ahogarlo y reprimirlo entonando el nombre de Rama. Si un truco tan ingenuo pudiese modificar en algo la vida, el mundo habría cambiado para mejor hace ya mucho tiempo. La religión no es tan fácil de alcanzar.
Cuando veas a un hombre entonando el nombre de Rama, obsérvalo con detenimiento. Detrás del nombre de Rama estará el eco de Kama. Allí verás una muy mar-cada conciencia del sexo. Si una mujer se aparece, comienza a usar su rosario, a repetir Rama, Rama, Rama. Si una mujer aparece ante él, recorrerá el rosario a toda velocidad y entonará el nombre de Rama a voz en grito. Kama, que está en tu interior, trata de salir; el escapista trata de ignorarlo, ahogarlo y reprimirlo entonando el nombre de Rama. Si un truco tan ingenuo pudiese modificar en algo la vida, el mundo habría cambiado para mejor hace ya mucho tiempo. La religión no es tan fácil de alcanzar.
Resulta imperativo conocer a Kama si deseas llegar a Rama, si deseas
buscar al Sublime. ¿Por qué? Un hombre desea ir de Bombay a Calcuta. Primero se
informa acerca de Calcuta, en dónde está, hacia dónde queda; sin embargo, si no
sabe dónde queda Bombay, en qué dirección se halla en relación a Calcuta,
¿podrá acaso tener éxito en su empresa? Para llegar a Calcuta es imprescindible
saber dónde se halla Bombay; es decir, el punto donde se halla el viajero. Si
no sé dónde se halla Bombay, toda mi información sobre Calcuta resultará
inútil. Después de todo, tengo que partir desde Bombay. El viaje debe iniciarse
en Bombay. El punto de partida viene primero y el punto al que debes llegar
viene después.
¿En qué punto estás ahora?
¿Anhelas emprender el viaje hacia Rama? Bien.
¿Deseas elevarte hacia Dios? Muy bien... Pero, ¿en dónde estás ahora?
Ahora estás estancado en la lujuria, ahora estás anclado en el sexo; ésa
es tu residencia desde donde se iniciará el viaje, desde donde tienes que dar
el primer paso hacia adelante. Por tanto, es obligado comprender el punto en el
cual nos hallamos ahora. Al comprender la realidad, al comprender la estricta
realidad, también podremos comprender cuál es la posibilidad futura. Para saber
lo que podemos alcanzar, es deseable conocer lo que somos. Para llegar a la
etapa final, es necesario dar el primer paso, pues el primer paso va a trazar
el camino para el segundo y, finalmente, para el último paso del via-je. Si el
primer paso se da en la dirección equivocada, no podrás llegar al destino
deseado. En su lugar, llegarás a alguna selva. Por tanto, si deseas alcanzar lo
Supremo, lo Universal, es más importante comprender a Kama que a Rama. No
puedes llegar allí sin comprender el sexo.
Se me dice también, mediante una carta, que las opiniones de Freud
pueden ser consideradas honestas y aceptables; pero, ¿cómo puede el que
pregunta considerar las mías como verdaderas y sinceras? ¿Cómo podéis decidir
si soy o no sincero y honesto? Si yo digo algo respecto a esto, no tendrá
ningún valor, pues soy yo mismo el que se halla en tela de juicio. El que yo
afirme que soy honesto no tiene ninguna validez. Tampoco tendrá validez el que
diga que no soy honesto, pues lo que está en duda es si la persona que afirma
estas cosas es o no un hombre honesto. Por tanto, cualquier cosa que diga a
este respecto no tendrá valor alguno. Será en vano. Tendrás que experimentar en
el terreno del sexo y descubrir por ti mismo si soy o no honesto. Cuando tengas
la experiencia, sabrás la verdad de lo que digo; no hay otra forma de decidir
este punto. Por ejemplo, si os hablo sobre técnicas de natación, podréis tener
dudas respecto a si mi método es factible y si es o no correcto. Yo replicaría
diciéndoos que nos fuéramos a un lugar donde pudierais bajar al río y
sumergiros en el agua. Si mi sugerencia resultara útil para cruzar el río,
deberíais concluir que lo que dije no era inútil ni falso.
Acerca del asunto de Freud, quisiera explicarle al amigo que,
posiblemente, Freud no sabía nada respecto a lo que estoy hablando. Freud fue
uno de los pocos visionarios que han guiado a la Humanidad hacia la liberación,
pero él no tenía ni idea acerca del sexo espiritual. El tipo de conocimiento
que Freud sistematizó fue respecto al sexo «enfermo». Su investigación apunta a
lo patológico. Freud fue como un médico y sus innovaciones son similares a los
tratamientos diseñados para enfermos. El no ha estudiado el sexo normal y sano.
Fue un erudito investigador de la enfermedad, de la perversión, pues su mente
se hallaba fundamentalmente enfocada al tratamiento, a la cura.
Por tanto, si te sientes inclinado a confirmar mi veracidad, deberías
revisar la filosofía tántrica. El Tantra realizó tempranos intentos por
espiritualizar el sexo, pero hemos prohibido referirnos al Tantra desde hace
miles de años. Los monumentos de Khajuraho y los templos de Puri y Konarak son
sus pruebas vivientes. ¿Has ido alguna vez a Khajuraho? ¿Has visto sus
estatuas? Si es así, debes de haber expe-rimentado dos fenómenos
extraordinarios. En primer lugar, al ver las estatuas desnudas que copulan, no
habrás sentido nada de vulgar en ellas. No habrás hallado nada maligno o
repugnante en estas esculturas desnudas que se aparean. Al contrario, habrás
tenido un sentimiento de paz; entra en ti una sensación sagrada. Esta reacción
produce una completa sorpresa. Los visionarios que crearon estas estatuas
habían visto y conocido el sexo espiritual desde muy cerca.
Si ves a un hombre dominado por el sexo, si observas sus ojos, su
rostro, lo verás feo, temible, bestial. Verás una lascivia perturbadora y feroz
en sus ojos. Cuando una mujer ve a un hombre -aun al más querido- acercársele
lleno de lascivia, verá en él a un enemigo, no a un amigo. El hombre no le
parecerá humano, sino un mensajero del infierno. Pero en los rostros de esas
estatuas verás una sombra gloriosa de Buda, un reflejo de Mahavira. La
serenidad, la emoción en los rostros de las estatuas que se aparean y en los
iconos que copulan es la del samadhi. De ellas emana una cualidad sagrada y
serena. Si meditas sobre esas estatuas, lo único que te envolverá será una ola
de eterna paz. Sentirás reverencia. Si temes que la sexualidad se apodere de ti
al ver las estatuas e iconos desnudos, te suplico que sin más demora, vayas
directo a Khajuraho. Khajuraho es un monumento único en esta tierra, pero
nuestros moralistas, como el difunto Shri Purshottamdas Tandon y sus colegas,
eran de la opinión de que los muros de Khajuraho debían ser cubiertos con un
revestimiento de terracota, pues ellos creen que esas imágenes inspiran
sexualidad. Me quedé asombrado cuando oí eso. Los que construyeron Khaju-raho
tenían una intención clara: que si las personas se sentaban frente a las
estatuas y las observaban, desapareciera su lujuria. Esas imágenes han sido
objeto de meditación durante miles de años. Se sabe que a personas
supersexualizadas se les sugirió que meditaran y se dejaran disolver en esas
estatuas.
Tantra Yoga Meditación |
Aun cuando hemos comprobado que esto es una realidad en la experiencia
humana, no hemos logrado darnos cuenta de ello. Para dar un ejemplo, si vas
andando y ves a dos personas peleando en el camino, te darán ganas de detenerte
y mirar la pelea. ¿Por qué? ¿Has pensado alguna vez en qué es lo que obtienes
observando las peleas de otros? Te detienes -digamos, por media hora- dejando
de lado un montón de trabajo, para ver una pelea. Acudes a combates de boxeo.
¿Por qué? Es posible que no sepas que eso produce un efecto curativo. Tu
instinto de pelea, profundamente enraizado, se aquieta viendo pelear a dos
hombres. Se disipa, es expulsado y en igual pro-porción te calmas. Si uno se sentara
en calma, con una mente tranquila y meditara y observara a los iconos
copulando, el maníaco interno, la loca sexualidad del hombre, podría
evaporarse.
Un hombre acudió a un psicólogo con un problema. Se hallaba muy irritado
con su jefe. Si el jefe le decía algo, él se irritaba y sentía deseos de
sacarse el zapato y golpearle con él.
Pero, ¿cómo vas a ser capaz de pegar a tu jefe? Y sin embargo, no es
posible que exista nadie que no desee pegarle a su jefe. Resulta excepcional
encontrar a un empleado que no sienta eso. Sabes esto si eres un empleado y
también lo sabes si eres un jefe. Un empleado siempre se halla molesto por
estar trabajando y siempre se halla con ánimo de incomodar.
De uno u otro modo, este hombre siguió reprimiendo, cada vez que lo sentía,
el deseo de pegarle a su jefe. El problema comenzó a agravarse y, temeroso de
que un día u otro pudiera realmente golpear al jefe, comenzó a dejar sus
zapatos en su casa antes de ir a la oficina. Pero no lograba olvidar los
zapatos que había dejado en su casa. Cada vez que veía a su jefe, sus manos se
dirigían auto-máticamente hacia los pies, pero por fortuna, los zapatos se
habían quedado en casa. Le tranquilizaba el no llevarlos consigo, pues un día,
en un arranque de locura, podría sacarse un zapato y lanzárselo al jefe.
Pero no se liberaba de los zapatos dejándolos en casa. El zapato cobraba
inusitada importancia en su mente. Si se encontraba dibu-jando garabatos con un
lápiz, dibujaba un zapato en el papel. En sus momentos de ocio, los garabatos
cobraban la forma de un zapato. El zapato invadía su mente. Tenía un temor
mortal de ser capaz de atacar al jefe alguna vez, en cualquier momento. Declaró
en su casa que era mejor que no fuese a la oficina, pues su estado mental era
tal que ya no necesitaba nada con lo que dar golpes. Sus manos ya habían
comenzado a dirigirse a los pies de sus colegas. En este trance, sus parientes
en su casa pensaron que ya era hora de llevarlo a un psi-quiatra. Así que lo
llevaron.
El psiquíatra dijo que la enfermedad no era grave. Era curable. Sugirió
que colgase una fotografía del jefe en la casa y que la golpeara con un zapato
cinco veces cada mañana. La foto debía ser golpeada cinco veces cada mañana,
religiosamente, antes de ir a la oficina, sin dejar de hacerlo ni un solo día.
El ritual debía ser observado como la misa diaria, como las oraciones diarias.
Luego, después de regresar de la oficina, el proceso debía repetirse todos los
días.
La primera reacción del hombre fue: «¡Qué absurdo!» Aunque asombrado,
internamente se sentía contento. Colgó la foto e inició el ritual, tal como se
le había aconsejado. El primer día, cuando fue a la oficina después de golpear
la foto cinco veces, tuvo una extraña sen-sación. No se sentía tan irritado
como solía estar y en un par de semanas se volvió muy cortés con el jefe.
El jefe también observó un cambio en él. Por supuesto que él no sabía lo
que estaba ocurriendo. También le dijo al empleado que últimamente le sentía
muy cortés, muy obediente y muy amable. Quería saber qué pasaba.
El empleado replicó: «Por favor, no me pregunte; de otro modo, puede que
todo se trastorne otra vez. No puedo decírselo.»
¿Qué es lo esencial en esto? ¿Puede lograrse algo golpeando una
fotografía? Sí, golpeando la fotografía, la obsesión por golpear con el zapato
se fue esfumando: el complejo desapareció.
Templos como los de Khajuraho, Konarak y Puri deberían estar en cada
rincón de este país. No hay nada importante en otros templos, nada científico,
nada planeado, ningún significado. No constituyen una necesidad. Pero la
existencia de los templos de Khajuraho y de otros similares a éstos es muy
significativa. Cualquiera que tenga la mente repleta de sexo debería ir allí y
meditar. Cuando regresara, sentiría su corazón más aliviado, se sentiría
apaciguado. Los tántricos intentaron elevar el sexo al nivel espiritual, pero
los predicadores mora-listas de nuestro país no permitieron que el mensaje
llegase a las masas.
Esta es también la gente que desea impedir mis charlas.Tres días después
de mi regreso a Jabalpur, después de mi charla en el Auditorio Bharatiya Vidya
Bhavan, recibí una carta de un amigo, diciéndome que si seguía con este tipo de
charlas sería asesinado. Tuve deseos de contestarle, pero ese beligerante
caballero parece ser un cobarde. Ni firmó su carta ni mencionó su dirección.
Posiblemente temió que yo informara de esto a la policía. Sin embargo, si él
está presente aquí, debería aceptar mi respuesta. Suponiendo que se encuentre
en este lugar, estoy seguro de que se oculta detrás de un muro o un árbol. Si
se encuentra aquí, deseo decirle que no voy a informar de su amenaza, pero que
debería darme su nombre y dirección, de modo que al menos pueda enviarle una
respuesta. Si no se atreve a hacer eso, debería entonces escuchar mi respuesta
con atención.
Lo primero y que quizás él no sabe, es que no debiera apresurarse por
matarme, porque al unirlo al impacto de la bala, lo que estoy diciendo se
transformará en una verdad eterna. Si Jesús no hubiese sido crucificado, el
mundo le habría olvidado hace mucho tiempo. Su persecución fue en cierto modo,
beneficiosa. George Gouzette afirma que el mismo Jesús planeó su crucifixión.
Jesús quiso ser cru-cificado, pues de ese modo, todo lo que predicó se
transformaría en verdad viva durante una eternidad y beneficiaría a millones de
personas.
Esto podría haber ocurrido realmente, pues Judas, que vendió a Jesús por
treinta monedas, era uno de sus seguidores más queridos. No es muy creíble que
aquél que permaneció durante años junto a Jesús pudiera venderle por una insignificante
cantidad de dinero, a menos que Jesús le sugiriera que lo hiciese, que se
uniera al enemigo y, posiblemente, que arreglase la persecución de modo que las
pala-bras de Jesús pudiesen convertirse en una fuente eterna de néctar y
liberar a billones de personas. Podría haber habido trescientos millones de
jainos en el mundo -y no solamente tres millones, como es el caso- si Mahavira
hubiese sido crucificado. Pero Mahavira murió plá-cidamente; posiblemente ni
siquiera había oído de la muerte por crucifixión. Nadie intentó crucificarlo ni
él intentó que lo hicieran. Tampoco Buda, ni Mahoma, ni Rama, ni Krishna; ni
siquiera Maha-vira, pero Jesús fue clavado a la cruz. Y hoy en día la mitad del
mundo es cristiana. El mundo entero puede ser convertido al cristianismo. Ese
es el lado positivo de la crucifixión. Por lo tanto, le digo a mi amigo que no
se apresure respecto a eso, pues, de otro modo, se arrepentirá por el resto de
sus días.
El segundo punto es que no debe inquietarse por esto pues yo tampoco tengo
la intención de morir tendido en una cama. Me esforzaré lo más posible por
lograr que alguien me dispare. No debería sentirse tan apurado, pues yo mismo
lo arreglaré cuando llegue el momento adecuado. La vida es útil; pero cuando
uno es asesinado, la muerte es también muy útil. La muerte a balazos puede
finalizar lo que la vida no pudo completar.
Los hombres siempre han repetido este grave error; la gente que dio el
veneno a Sócrates, la gente que acabó con Mansur, la gente que crucificó a
Jesús. Todos estos fueron actos infantiles, condenados al fracaso. Y también en
forma muy reciente, aquél que le disparó a Gandhi no sabía que ninguno de los
devotos o seguidores de Gandhi habría logrado prolongar su recuerdo hasta el
extremo en que él, por sí sólo, lo hizo. Cuando se le disparó y se estaba
muriendo, Gandhi unió las manos en ademán de reverencia . Esa reverencia fue
muy significativa, ese gesto de unir las manos fue expresivo, en el sentido de
que su último y mejor discípulo había finalmente llegado, porque fue él quien
inmortalizó a Gandhi. Dios había enviado al hombre adecuado.
Nadie muere al ser asesinado: eso sólo logra inmortalizarle. La trama de
la vida es complicada, la historia de la vida se halla llena de suspense. Las
cosas no son tan simples. Aquél que muere en su cama muere para siempre,
mientras que aquél que muere de heridas de bala no muere.
Mientras era preparado el veneno, algunos de sus amigos le pre-guntaron
a Sócrates, «¿Qué debemos hacer con tu cuerpo? ¿Debe-mos incinerarlo o
enterrarlo, o qué?» Sócrates rió y dijo: «Tontos, ¿no sabéis que no podréis
enterrarme? Yo seguiré viviendo aun después de que todos hayáis desaparecido.
El truco consiste en que, al elegir la muerte, viviré para siempre».
Por esto, mi amigo, si es que se halla aquí, debiera tener presente que
no hay que actuar sin reflexionar. De otro modo, en su prisa, sal-drá
perdiendo. Yo no recibiré daño, pues no soy de aquellos que son perforados por
las balas. Soy de los que sobreviven a las heridas de bala. No debiera apresurarse.
Y tampoco debiera inquietarse, pues estoy haciendo todo lo posible por no morir
en la cama. Ese tipo de muerte es impropia, es una muerte inútil.
Y la tercera cosa que deberá recordar es que no ha de temer firmar sus
cartas o añadir la dirección del remitente, pues si estoy convencido de que
alguien es lo suficientemente valeroso y se halla dispuesto a matarme, acudiré
a una cita sin informar a nadie, de modo que posteriormente no se vea implicado
en el asesinato.
Pero no hay nada extraño en ese hombre. La locura de ese tipo existe. El
que escribió la carta lo hizo con la convicción de que estaba protegiendo la
religión. Escribió pensando que yo intento destruir la religión, y que él la
está protegiendo. Su intención no es mala. Sus sentimientos son muy sinceros y
muy religiosos. Esta gente religiosa ha estado jugando con los sentimientos del
mundo. Sus intenciones son muy buenas, pero la inteligencia es muy pobre. Estos
santurrones y la gente de su tipo han sofocado, desde hace muchísimo tiempo, el
desvelamiento de las verdades de la vida. La ignorancia se ha exten-dido por
todas partes, debido al oscurecimiento de la verdad. Y estamos tanteando,
cayendo, perdidos en la oscura noche de la ig-norancia. Estos predicadores
morales han erigido altos púlpitos en medio de nuestra oscuridad, para
sermonearnos.
Es también igualmente cierto que esos mal llamados santones se hallarán
fuera de lugar cuando los rayos de la Verdad comiencen a surgir en nuestras
vidas. Cuando logremos entablar una relación viva con Dios en el samadhi,
cuando nuestras vidas corrientes y mundanas comiencen a transformarse en vidas
divinas, no quedará espacio para los predicadores. El predicador se halla en
ventaja mientras la gente se halla a tientas en la oscuridad. El médico es necesario
cuando la gente enferma; sin embargo, el doctor será despedido cuando la gente
deje de enfermarse. La profesión médica, tal como la profesión de predicador,
se halla llena de conflictos internos, pues la vida de un médico depende de que
la gente enferme. Aun cuando a un médico se le ve públicamente tratando a los
pacientes, él espera que la gente enferme. Y cuando hay una epidemia, agradece
a Dios por el negocio, por la llegada de la estación.
Oí una historia. Una noche, unos amigos estaban teniendo una gran
fiesta, bebiendo y comiendo en un bar, disfrutando hasta tem-pranas horas de la
mañana. Cuando comenzaron a irse, el dueño del bar le pidió a su esposa que
agradeciese a Dios por enviarles tal canti-dad de clientes. Si ese ajetreo
seguía así, se volverían ricos.
El cliente, mientras estaba pagando la cuenta, le pidió al propietario
que también rogara por la prosperidad de su propio negocio, de modo que
pudiesen venir nuevamente. El dueño del bar le preguntó: «A propósito, ¿cuál es
su negocio, señor?»
«Soy dueño de una funeraria», le contestó, « Mi negocio prospera cuanta
más gente muere.»
En forma similar, la profesión de un médico es curar a la gente; sin
embargo, obtiene más dinero si la gente enferma. Su deseo interno es que el
paciente no se cure pronto. Por eso los pacientes ricos tardan en curarse. Los
pacientes pobres mejoran pronto, pues el doctor no obtiene mucho beneficios si
el pobre permanece enfermo por más tiempo. Las ganancias provienen de los
pacientes ricos y de allí que su curación se prolongue. Aun cuando no sea así,
el rico siempre está mal; es la respuesta a las oraciones del médico.
El predicador es también de la misma clase. Cuanto más inmoral sea la
gente, mayor sea el crecimiento de los elementos antisociales; cuanto más se
extienda la anarquía, más alto se eleva su púlpito, pues entonces es mayor la
necesidad de que los predicadores exhorten a la gente a respetar la
no-violencia, a seguir a la verdad, a comportarse en forma honesta, a observar
esta norma, a respetar esta máxima, etc. Si la gente es virtuosa, moderada,
disciplinada, pacífica, honesta, santa, el predicador dejará de existir.
Y un hecho más: ¿Por qué hay tantos líderes y predicadores en la India,
más que en ninguna otra parte del mundo? ¿Por qué en todos y cada uno de los
pueblos y en todas y cada una de las casas hay un monje, un pundit, un gurú, un
swami o un sacerdote? ¿Por qué hay aquí tantos líderes religiosos?
Aunque tengamos tantos santos y gurús, uno no debiera concluir por ello
que somos gente muy religiosa. De hecho, hoy en día, somos una de las naciones
más irreligiosas e inmorales que existen en el mundo. Es por eso que son tantos
los predicadores que aprovechan la oportunidad y obtienen una ocupación en
nuestro país. Esto se ha transformado en nuestra imagen nacional.
Un amigo me envió un artículo de una revista norteamericana. Me
preguntaba mi opinión acerca de algo que le faltaba. Era un artículo
humorístico. Afirmaba que el carácter de cualquier persona podía ser
determinado si se le emborrachaba. Si un holandés se emborracha, se pondrá a
comer y rehusará alejarse de la mesa. Apenas beba, estará comiendo durante dos
o tres horas. Si a un francés se le da de beber, comienza a sentir deseos de
cantar y bailar. Si un inglés se halla bebido, se irá a un rincón y se quedará
quieto. Habitualmente es un hombre calmado, pero cuando se emborracha, se
transforma en el más sobrio. Esas son las reacciones típicas de las diferentes
nacionalidades. Sin embargo, por error o ignorancia, no se mencionaba a un
hindú. El amigo preguntaba, qué tenía yo que decir respecto al carácter hindú.
¿Qué ocurriría si a un indio se le hacía beber en exceso? Le dije que la
respuesta era conocida por todo el mundo. Si un hindú se emborracha, de
inmediato comienza a predicar. Ese es nuestro carácter nacional.
Esta hilera interminable de predicadores, ascetas, monjes y gurús es
señal de una enfermedad muy difundida, una indicación de inmoralidad. Y lo más
peculiar es que ninguno de estos líderes desea, en lo más profundo de su
corazón, que la inmoralidad desaparezca, que la enfermedad sea erradicada, pues
si es curada, el predicador ya no será tolerado. Su deseo más interno es que la
enfermedad continúe, que aumente. La forma más fácil de impedir que esta
enfermedad sea atendida es dificultar el cultivo de cualquier conocimiento
básico acerca de la vida y también, atemorizar al hombre respecto a la
com-prensión de los núcleos más profundos e importantes de la vida y cuyo desconocimiento
producirá automáticamente el aumento de la inmoralidad, el libertinaje y la
corrupción.
Si la gente reconoce e intenta explorar y reconocer estas facetas
profundamente aclaratorias y reveladoras, la irreligiosidad y las en-fermedades
que la acompañan comenzarán a desaparecer una a una.
Deseo llamar vuestra atención hacia el hecho de que el sexo es el núcleo
fundamental de la inmoralidad. Siempre ha sido la causa básica y más influyente
de perversión, corrupción y aletargamiento en el hombre. Y por eso, los líderes
religiosos nunca desean hablar acerca del tema. Un amigo me ha escrito un
mensaje diciendo que ningún santo ni ningún gurú habla acerca del sexo. Escribe
que la alta estima que me profesaba ha menguado debido a mis charlas respecto
al sexo. Le respondí diciendo que no hay nada malo en ello. En primer lugar, si
había tenido en un momento dado un cierto respeto hacia mí, éste era su error.
¿Por qué iba a ser necesario el tenerme una especial consideración?¿Cuál era su
motivación? ¿Cuándo le solicité yo que me tuviera respecto? Si me profesaba
respeto, fue su error; si no lo siente ahora, ése es su derecho. Ni soy un
mahatma, ni me interesa serlo.
Si yo tuviese el deseo de convertirme en un mahatma o un gurú, es seguro
que nunca habría elegido este tema. Un hombre no puede trasformarse en mahatma
si no es lo suficientemente hábil en la selección del tema de sus charlas. Pero
nunca he sido un mahatma. No soy un mahatma. Y es seguro que no deseo
convertirme en uno. Ese deseo es también una forma sutil de explotación.
Explotación practicada por gurús. No; no deseo transformarme en un mahatma,
porque el deseo mismo es una proyección de un ego sutil y refinado. Soy un
hombre y eso me basta. ¡Ah! ¿No es acaso suficiente ser sólo un hombre? ¿Acaso
no puede el hombre estar satisfecho sin sentarse sobre las espaldas de otros
hombres, sin imponerse a los demás, sin adquirir poder de una forma u otra? Sea
cual sea la posición en que me encuentre, me siento feliz y satisfecho.
Deseo la grandeza para la Humanidad. Anhelo un hombre superior. ¡Ah! ¿Y
no es acaso lo más grande el convertirse en un hombre con todo el potencial de
la cualidad humana? Y todo hombre puede volverse grande. Los días de mahatmas y
gurús han terminado. Los mahatmas ya no son necesarios. Es esencial que haya
una Humanidad mejor; ahora necesitamos una gran Humanidad. Han exisitdo muchos
grandes hombres ¿Qué obtuvimos de ellos? No necesitamos grandes hombres, sino
una gran Humanidad. Me com-place que al menos una persona se haya desilusionado.
Al menos una persona se ha dado cuenta de que no soy un gran hombre. Este es
también un gran consuelo: la desilusión de un hombre. Este amigo me ha enviado
el mensaje en un intento de seducirme con ser un mahatma. Cree que yo podría
convertirme en un gran gurú si dejo de hablar sobre esta clase de temas. Hasta
ahora, los mahatmas y gurús se han visto engañados por este enfoque y, como
resultado, estos grandes, pero débiles, hombres, no discutieron esos temas que
podrían haber resultado desastrosos para sus posiciones de gurús o mahatmas.
Preocupados por salvar sus tronos, nunca les importó el grado en que estaban
influyendo para mal en la vida.
A mí no me interesa el asiento en lo alto del pedestal; no sueño con
eso. No tengo intención de lograr eso. Por otra parte, temo el momento en que
alguien desee hacer de mí un mahatma. Hoy en día, abundan los gurús o mahatmas
y para hacerse pasar por uno es conveniente adoptar la pose correcta. Siempre
ha sido así. Pero el quid de la cuestión no es la cantidad de mahatmas que
estén dis-ponibles sino que es cómo puede evolucionar un auténtico hombre. ¿Qué
podemos hacer para lograr ese objetivo? ¿Hacia dónde dirigir nuestros
esfuerzos?
Tengo la esperanza de que lo que hemos hablado os guíe por el sendero
adecuado para derribar esas barreras que se interponen en el camino hacia la
evolución del hombre auténtico. Con esa luz, aparecerá un camino a la vista. Es
posible la transformación gradual de vuestra lascivia . Vuestro sexo puede
convertirse en vuestro samadhi.
Ahora, tal como estamos hoy, somos nuestra lujuria; no somos nuestra
alma. Mañana podremos transformamos en almas también, pero sólo mediante la
transformación gradual de nuestra sexualidad ¡Y entonces se iniciará el
peregrinaje hacia Dios!
Hay muchas otras preguntas similares respecto a lo que dije ayer.
Consideraré algunos puntos centrales con relación a esto.
Os dije que en el acto sexual deberíais esforzaros para mantener una
consciencia continua del samadhi. Uno debiera intentar aferrar ese punto, ese
aspecto del samadhi que relampaguea como el rayo en medio del acto sexual. Eso
que, como una chispa, aparece por un segundo y luego desaparece. Uno debiera
esforzarse por conocerlo, por familiarizarse con él, por abrazarlo. Si al menos
en una ocasión puedes contactar con él totalmente, descubrirás que en ese
momento no eres un cuerpo, que careces de cuerpo. Durante esa fracción de
tiempo, no eres un cuerpo. En ese momento te vuelves alguna otra cosa; el
cuerpo se deja atrás y te transformas en el alma, en tu ver-dadero yo. Si
tienes un vislumbre de ese resplandor al menos una vez, podrás perseguirlo
mediante el dhyana para establecer una relación más profunda y duradera con él.
Y entonces, el camino hacia el samadhi es tuyo. Cuando esto se vuelva parte de
tu comprensión, parte de tu conocimiento y de tu vida, no quedará espacio para
la lascivia sexual.
Otro amigo se halla temeroso respecto a qué le pasará a nuestra
progenie, nuestra raza, si el sexo desaparece de este modo. Si de esta forma,
todo el mundo llega al celibato por vía del samadhi, ¿qué pasará con la
generación futura?
Se puede asegurar con toda rotundidad que no habrá el tipo de niños que
hay ahora. La forma actual de procreación es adecuada para los gatos, perros y
animales, pero no para el hombre. ¿Qué clase de actitud hacia la procreación es
la que tenemos? ¿Qué clase de insensata forma de engendrar niños es ésta? Esta
clase de generación masiva, accidental, no tiene un objetivo; es inútil. ¡Qué
inmensa muchedumbre nos hemos vuelto! La población ha aumentado hasta tales
proporciones que, según los científicos, si no se hace algo pronto, en cien
años, no habrá espacio para mover los dedos de los pies. Dentro de cien años te
sentirás en medio de una congregación; donde mires te encontrarás con una reunión
en marcha. Resultará innecesario convocar a una reunión.
La pregunta de nuestro amigo es muy importante. También podría preguntar
cómo se generarían los niños si el celibato se convirtiera en cosa corriente.
Deseo darle otra nueva visión y vosotros también deberíais tomar nota.
Los niños pueden ser procreados en el celibato; pero entonces, todo el
propósito y significado del engendrar niños tendrá una nueva dimensión. La
lujuria no es el vehículo correcto para la procreación. Sólo el celibato lo es.
El nacimiento de un niño, tal como ocurre ahora, es accidental: te acercas al
sexo por otro motivo y los niños aparecen de por medio. Nadie tiene relaciones
sexuales con el propósito de engendrar niños. Los niños son huéspedes
indeseados y por tanto solamente puedes amar a los niños del mismo modo con que
puedes amar a un huésped que no has invitado... y, ¿cómo tratas a los
hués-pedes que no has invitado? Les preparas camas para que estén cómodos, les
sirves alimento, les mimas, pero todo se hace única-mente por etiqueta. No
existe un sentimiento de amor genuino en nuestro interior. Pensamos
constantemente: «¿Cuándo va a irse este pesado?».
El mismo tratamiento tendrán los niños indeseados. Simplemente porque
nunca quisimos tenerlos; estábamos buscando otra cosa. Ellos fueron
subproductos. El niño actual no es un producto, es un sub-producto. Ellos no
son producidos. Aparecen como la paja que viene con el grano.
Y de este modo el mundo entero ha estado empeñado en proteger al sexo
frente a esos accidentes. El control de la natalidad se desarrolló en base a
esta actitud del hombre. Se desarrollaron instrumentos arti-ficiales de modo
que podamos disfrutar del sexo y también nos salvemos de los niños. Desde hace
mucho tiempo, se han hecho grandes esfuerzos por rescatar al hombre de este mal
llamado mal. Incluso las antiguas escrituras ayurvédicas mencionan los
remedios. El egoísta científico moderno también se halla incómodo respecto al
mismo asunto del que se preocupaban los pundits del Ayurveda hace tres mil
años.
¿Por qué? ¿Por qué se concentra el hombre en investigar esto? Los niños
producen tormentas. Aparecen de improviso, traen la carga de la responsabilidad
y también existe el peligro añadido de la apatía que se crea en las mujeres
hacia el sexo, especialmente después de haber dado luz a uno o más niños.
Los hombres tampoco desean tener niños. Puede que un hombre desee
tenerlos si no tiene ninguno. No porque ame a los niños, sino porque ama a sus
posesiones. Cuando una persona desea tener un hijo no te engañes creyendo que
su alma se halla ansiosa por un hijo, por un nuevo e inocente ser humano.
Trabajando duro ha amasado su riqueza y quién sabe quién va a quedarse con ella
después de su muerte. Por lo tanto, necesita a un heredero, alguien con su
sangre para salvar sus bienes, para disfrutarlos. Nadie desea a un niño sólo
por el niño. Intentamos protegernos, pero ellos aparecen cuando lo desean.
Disfrutamos del sexo y de pronto, el niño aparece. Esos niños son un
sub-producto de la sexualidad, y a eso se debe que sean tan enfermizos, tan
débiles, tan frágiles y llenos de ansiedad.
Los niños también pueden ser engendrados en el celibato, pero el
florecimiento posterior no será el de un subproducto del sexo. En-tonces el
sexo será el medio de engendrar al niño, y no el fin en sí.
Te subes a un avión para ir a Delhi. El avión es un medio para llegar a
Delhi. Al llegar a tu destino, no dirás que no quieres bajarte del avión.
Habiendo ya alcanzado el estado super-consciente a través del sexo, habiendo
alcanzado el estado de brahmacharya, el estado de comunión con la divinidad, el
nacimiento de un niño será un verda-dero producto, una verdadera creación. Pero
hasta ahora, nuestra inge-niosa mente se ha concentrado en construir mecanismos
de defensa para evitar a los niños y poder disfrutar del sexo plenamente. Los
esfuerzos deberían dirigirse en la dirección opuesta. Sin embargo, en nuestra
situación actual, deseamos quedarnos pegados a nuestro asiento aun después de
llegar Palam, el aeropuerto de Delhi. ¿Entiendes mi punto de vista? Si el
brahmacharya se extiende, nuestra inventiva se podrá aplicar al ámbito
espiritual. En este momento, el impulso se dirige en la dirección opuesta. Es
decir: rechazar a los niños y disfrutar del sexo, sólo por el gusto del sexo.
Yo también quiero preguntarle a este hombre porqué se halla tan
preocupado por salvar al mundo del brahmacharya. Se siente muy preocupado
respecto a que si la gente alcanza el brahmacharya, el celibato, eso pueda
detener la procreación y terminar con el mundo.
Amigo mío, la posibilidad del brahmacharya es, en este momento, nula. Y
seguirá siendo nula mientras se halle presente esta extraor-dinaria, insensible
y consciente falta de respeto por el sexo. No, no hay peligro para el mundo en
ese sentido. Pero la posibilidad de extinción aumenta día a día, debido a la
continua procreación accidental. El mundo acabará si se siguen engendrando
niños de este modo. No necesitaremos bombas atómicas o de hidrógeno. Esta
po-blación que se multiplica constantemente, este lascivo subproducto de un
enjambre de gusanos, se destruirá a sí mismo.
El hombre que sea resultado del brahmacharya será de un nivel diferente.
Tendrá una longevidad que ahora no podemos ni imaginar. Estará en excelentes
condiciones de salud; no tendrá enfermedades. Su forma y figura serán las de
una estatua majestuosa. Una fragancia etérea emanará de su personalidad. La
bondad, el amor, la verdad, la belleza y la religión conformarán su carácter.
La religión será parte innata en él. Será como una divinidad encarnada.
Hemos sido engendrados irreligiosamente. Sufrimos de irreligiosidad
desde nuestro nacimiento; morimos en la no-religión y, entre tanto, hablamos,
hablamos y hablamos acerca de la religión desde el nacimiento a la muerte,
durante todo el trayecto de la vida, día y noche. En esa Humanidad superior no
habrá chismorreos ni vanas discusiones sobre la religión, porque la religión
será su modo de vida. Hablamos de aquello que no está presente en nuestra vida.
Generalmente no hablamos de aquello que sí forma parte de ella. Por ejemplo, no
hablamos del sexo, porque ésa es nuestra forma de vida, pero sí hablamos de
Dios, pues ésa no lo es. En realidad, hablamos y quedamos satisfechos hablando
acerca de aquello que no podemos alcanzar u obtener.
¿Te has dado cuenta de que las mujeres hablan más que los hombres? Las
mujeres siempre están ocupadas hablando de una cosa u otra, con los vecinos,
con cualquiera. Sin querer ofender a nadie, se dice que es muy difícil imaginar
a dos mujeres sentadas durante mucho rato en el mismo lugar sin que se hablen
la una a la otra.
He oído que en China se organizó un gran concurso para elegir al
mentiroso más grande. Todos los mentirosos del país se reunieron en el lugar
convenido. El ganador obtendría una gran recompensa.
Cuando le tocó el turno, un hombre dijo: «Fui a un parque, y vi a dos
mujeres sentadas en un banco, cada una atendiendo sus que-haceres. Estaban
calladas».
Se alzó un rugido de vítores. La gente gritó: «No puede haber un embuste
más grande que éste. Este es el colmo de las mentiras».
Todos votaron por este hombre...
¿Por qué las mujeres hablan tanto? Los hombres trabajan, pero las
mujeres no tienen mucho qué hacer. Cuando no hay trabajo, cuando no hay mucha
actividad, siempre hay esa charla ociosa. Este rasgo femenino es el carácter
nacional de la India. No hay progreso: sólo charlas y discusiones.
El hombre nuevo que surja del brahmacharya no será parlanchín, sino que
vivirá la vida y no hablará y hablará respecto a la religión. Vivirá en ella.
La gente olvidará entonces a la religión como tema de discusión, pues ésta
formará ahora parte de su naturaleza. Pensar en ese hombre, imaginárselo, es
prodigioso; inspira un temor reverente. Han nacido hombres como ésos, sin
embargo, sus nacimientos fueron accidentales.
Ocasionalmente, de vez en cuando, nace un hombre de esa belleza, al que
ni siquiera las ropas lo hacen más bello. Se eleva, sin vestiduras, desnudo. El
brillo de su hermosura se extiende a todo su alrededor. La gente se agolpa en
torno a él para verle, para echarle una ojeada a la Verdad viviente. Un hombre
así posee tal resplandor, tanta vitalidad que aunque su nombre sea Vardhaman,
la gente le llama Mahavira. Tal era el brillo del brahmacharya en él, que la
gente se postraba frente a este hombre-Dios. A veces nace un Buda, un Cristo,
un Lao Tse. Con dificultad podemos encontrar unos pocos nombres en toda la
historia de la Humanidad.
El día en que los niños nazcan del celibato, engendrados desde una
divina comunión - probablemente no os guste cómo suena la frase «niños
engendrados en el celibato», pero estoy hablando de una nueva concepción, de
una posibilidad más noble-, el día que el niño florezca desde celibato, la
Humanidad será tan hermosa, tan poderosa, tan considerada, tan energética, tan
inteligente, que el conocimiento del Yo, o del Super-Yo, o de la Consciencia
Universal, no estará muy lejos. Aun cuando imaginar esto resulta difícil,
permi-tidme clarificarlo mediante un ejemplo. Si le dices a alguien que sufre
de insomnio que tú puedes dormir apenas pones tu cabeza sobre la almohada, es
muy probable que no lo crea. Dirá que él cambia de lado en la cama, que se
levanta, que se sienta, que recorre su rosario, que cuenta ovejas, pero que no
se duerme. Dirá que eres un men-tiroso. Dirá que cómo puede ser posible dormirse
instantáneamente con sólo tenderse en la cama. Se quejará de que, habiendo
intentado un montón de experimentos, no ha logrado dormir profundamente, a
veces, ni siquiera un instante en toda la noche.
Un treinta o un cuarenta por ciento de los residentes en Nueva York
toman pastillas para dormir, y los psicoterapeutas temen que, en un plazo de
cien años, nadie pueda dormir de forma natural. Enton-ces, todo el mundo tomará
tranquilizantes para irse a la cama. Si éste es el estado actual de la salud mental
en Nueva York, entonces lo mismo podría suceder en la India dentro de otros
doscientos años, pues los líderes hindúes no se rezagan demasiado en cuanto a
copiar a los extranjeros. No podemos estar muy atrás. Si plagiamos todo lo
suyo, ¿cómo podríamos olvidarnos de esto?
Así, es posible que en quinientos años todos los hombres del mundo tomen
píldoras para dormir antes de acostarse. Al nacer, un niño pedirá un
tranquilizante y no leche porque no se habrá encontrado tranquilo ni en el
vientre de su madre. En ese momento, resultará difícil convencer a la Humanidad
de que quinientos años atrás el hombre podía cerrar los ojos y dormirse sin
barbitúricos. Dirán que eso no es posible, qué cómo podrían haberlo hecho.
De forma similar, resultará muy difícil convencer a «la Humanidad nacida
del celibato» de que la gente fue un día deshonesta, de que un día existieron
los ladrones, los asesinos, de que tiempo atrás los hom-bres se suicidaban, de
que se envenenaban entre sí o se acuchillaban unos a otros o que guerreaban.
Tampoco creerán que el hombre solía nacer de una vulgar sexualidad que no
profundizaba un ápice más allá del nivel físico.
Podría surgir un sexo espiritual. Podría comenzar una nueva vida.
Durante los últimos cuatro días, os he hablado de la posibilidad de
alcanzar un nuevo nivel de existencia espiritual. Habéis escuchado mis charlas
pacientemente y con mucho amor, aun cuando escuchar discursos como éstos en
forma apacible debe haber resultado muy difícil. Debéis de haberos sentido a
veces incómodos...
Un amigo se me acercó y me expresó su temor a que unas pocas personas,
las cuales pensaban que no se debía hablar de este tema, se pusieran de pie y
vociferaran hasta interrumpir la charla. Creía que algunos podían protestar
airadamente en contra de la discusión de un tema como éste en público. Le dije
que habría sido mejor que hubiese habido gente tan valerosa. ¿Dónde hay hombres
tan valerosos que se pongan de pie en una reunión pública y le pidan al orador
que interrumpa la charla? Si hubiese personas tan valientes en este país, hace
mucho tiempo que habrían acallado los disparates y estupideces que, desde altos
estrados, pronuncian una interminable serie de tontos. Pero éstos no se han
detenido, no los han acallado y nunca los silen-ciarán. Todo el tiempo estuve
esperando al valiente que se pusiera de pie y me pidiera que interrumpiera la
charla. Entonces habría discutido en detalle el asunto con él. Me habría
encantado que sucediera eso.
Y de este modo, habéis estado escuchando tranquilamente estos discursos
sobre este tema, a pesar de que muchos temían que alguien se pusiera de pie a
protestar y a producir alboroto. Habéis sido muy amables. Estoy agradecido de
que me hayáis escuchado tan paciente y tranquilamente.
Concluyendo, deseo desde lo más profundo de mi corazón que la lujuria
que se halla en nuestro interior se transforme en una escalera mediante la cual
alcancemos el templo del amor. El sexo que se halla en nuestro interior puede
convertirse en un canal para alcanzar la superconsciencia.
Muchas, muchas gracias, y finalmente me inclino ante el Supremo asentado
en el interior de todos nosotros.
Fuente: Quinta charla
Gowalia Tank Maidan
Bombay , 1 de Octubre de 1968oshogulaab.com
Fuente: es.wikipedia.org Osho