Yoga para pacientes de cáncer
A día de hoy tanto médicos alopáticos como la mayoría de asociaciones oficiales de afectados oncológicos recomiendan el Yoga como práctica complementaria a los tratamientos de quimioterapia, radioterapia y cirugía. Cada tipo de cáncer requiere un tipo de tratamiento y por lo tanto tiene unos efectos secundarios diferentes, a la vez que cada persona reacciona a ellos de forma distinta, pero sí existen unos efectos secundarios que se repiten en muchos de los pacientes y el yoga tiene un papel muy beneficioso para paliarlos.
En el caso de las alteraciones en el sistema digestivo: tanto los vómitos como el estreñimiento y la acidez son factores comunes a causa de la quimioterapia. Simplemente el leve ejercicio físico que supone el Yoga, ayuda a mover los intestinos, facilitando la evacuación. Por otra parte, hay posturas específicas que ayudan al sistema digestivo y la digestión en si, como Halasana que proporciona un masaje intenso a vísceras abdominales, riñones, hígado y páncreas o Paschimottanasana que estimula órganos abdominales y incide en la acidez y el estreñimiento. Las torsiones también son una gran herramienta para normalizar el tránsito intestinal. También la práctica ayuda a abrir el apetito, un problema que sufren muchos enfermos y que es difícil de solucionar para la medicina alopática.
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La fatiga es un trecho común tanto en pacientes expuestos a la quimioterapia como a la radioterapia. Cualquier sesión de yoga mejora la circulación y el funcionamiento de los órganos vitales, ayudando a que se sientan más vitales y con más energía. La mejora de la circulación también es muy importante a la hora de la eliminación de toxinas, teniendo en cuenta que los tratamientos oncológicos son altamente tóxicos para el organismo. Hay posturas que ayudan a los riñones a trabajar mejor, acelerando la purificación de la sangre como Paaschimottanasana.
El sistema inmunológico de los pacientes se ve altamente debilitado por los tratamientos, de forma que son más sensibles a cualquier infección, virus, etc. El Yoga refuerza el sistema inmunológico y evita las temidas “bajadas de defensas”.
Tanto las asanas como el pranayama, son herramientas básicas para ayudar a los pacientes a rebajar los altos niveles de estrés y ansiedad a los que se ven sometidos después de la experiencia tan traumática que supone la enfermedad. El rato sobre la esterilla, es un rato donde se alejan los pensamientos recurrentes sobre el cáncer y se concentran en la práctica. Utilizar posturas de equilibrio, puede ayudar al paciente a centrarse en el momento presente y trabajar la concentración. La Shavasana final, resulta un ratito de encuentro con uno mismo que ayuda a ver nuevas perspectivas sobre las situaciones presentes o simplemente disfrutar de estar con uno mismo.
Más allá de los beneficios directos que ofrece el Yoga, una práctica más o menos constante tiene efectos más sutiles en el paciente, como mejorar la autoestima de los practicantes. La mayoría de tratamientos provocan una degradación física, como la pérdida del cabello, cambios en la constitución, palidez, etc. Los pequeños éxitos encima de la esterilla, pueden ser muy importantes a la hora de establecer una mejor relación consigo mismos y mejorar la consciencia y relación con su cuerpo. Solamente el hecho de tener un espacio y tiempo donde mantenerse alejados de hospitales, médicos y en contacto consigo mismos en paz, tiene un efecto directo en el aumento del bienestar del enfermo.
Como ex-enferma y practicante he podido comprobar en mi persona el impacto de la práctica. He pasado de pronósticos poco favorables en relación a mi movilidad a tener más flexibilidad que antes y a una vitalidad y energía mayores. Y quizá también, un cambio en la concepción y comprensión de la propia enfermedad.
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Fuente: barcelonayogaconference.org