En tu ausencia, Dios existe; en tu presencia, sólo hay sufrimiento.
El sufrimiento es causado por la falta de atención
Dios no es una persona. No es una meta: es un modo de disfrutar la vida aquí y ahora. Dios es la actitud de sentirse dichoso sin razón alguna. Tú te sientes desgraciado sin ningún motivo; ésa es la mente compleja.
Un día vi a Mulla Nasrudin yendo en el cortejo de un hombre rico que acababa de morir. Toda la ciudad estaba allí y Mulla Nasrudin estaba llorando y sollozando. Así que le pregunté, “¿Qué ocurre Nasrudin? ¿Tenías alguna relación con el difunto?” Él me contestó, “No”. “Y entonces, ¿porque estás llorando?” le pregunté. Él me contestó, “Porque no mantuve ninguna relación con él. ¡Por eso lloro!”
La gente llora porque mantiene relaciones; la gente llora porque no mantiene ninguna relación. Parece que quieres llorar sea cual sea la situación. Eres desgraciado sin tener motivo alguno. Aún no me encontrado a una sola persona que tenga una sola razón para ser desgraciado. Tú las creas. Debido a que parece absurdo sentirse desgraciado sin razón alguna, tú creas esa razón. Lo justificas, lo argumentadas, la inventas; sois grandes inventores. Y cuando has encontrado la razón o has creado esa razón—una vez inventada—entonces te quedas tranquilo. Ahora nadie puede decir que eres desgraciado sin motivo.
En realidad, la situación es ésta: no existe causa alguna para sufrir y no existe causa alguna para sentirse dichoso. Solamente depende de tu actitud. Si quieres ser feliz, puedes serlo sea cual sea la situación; la situación carece de importancia. Ser feliz es una capacidad; a pesar de cualquier situación puedes ser feliz. Pero si has decidido ser desgraciado, también puedes ser desgraciado sea cual sea la situación; la situación es irrelevante. Incluso si eres recibido en el cielo, si se te da la bienvenida, puedes sentirte desgraciado; encontrarás una razón u otra.
Se le preguntó a un gran místico—un místico tibetano, Marpa— “¿Estás seguro que cuando mueras iras al cielo?” Él contestó, “¡Absolutamente!” El hombre le dijo, “Pero ¿cómo puedes tener tanta seguridad? Aún no has muerto y desconoces lo que Dios alberga en su mente”. Marpa le dijo, “No me preocupa lo que Dios piense; eso es cosa suya. Estoy seguro debido a lo que yo pienso. Esté donde esté, seré feliz; y allí donde esté, éste será el cielo. De modo que no importa si me llevan al infierno o al cielo. Es irrelevante”.
He oído una hermosa anécdota sobre Adolf Hitler. A través de sus amigos se enteró de que existía una mujer judía, una gran astróloga, y que todo aquello que predecía siempre se cumplía. Hitler se resistía un poco a ir porque la mujer era judía. Entonces le asaltó una idea; no pudo dormir durante días, “Si la mujer puede predecir verdaderamente el futuro, entonces vale la pena consultarla incluso aunque sea judía”.
La mujer fue llamada en secreto. Hitler le preguntó, “¿Puedes decirme cuándo voy a morir?” La mujer cerró sus ojos, entró en contemplación y dijo, “En una fiesta judía”. Hitler le dijo, “¿Qué quieres decir? ¿Qué fiesta?” Ella le contestó, “Eso carece de importancia. Mueras cuando mueras, siempre será una fiesta judía”.
Marpa dijo, “Es irrelevante lo que Dios piense. Vaya adonde vaya, allí estará el cielo, porque sé que soy feliz sin causa alguna”.
Un hombre austero ha descubierto que la felicidad es la naturaleza de la vida. No necesitas ningún motivo para ser feliz. ¡Puedes sentirte feliz simplemente por estar vivo! La vida es felicidad, la vida es gozo, pero eso sólo es posible para un hombre austero. Un hombre que acumula cosas siempre piensa que será feliz gracias a esas cosas. Palacios, dinero, cosas... debido a todas esas cosas, será feliz. Las riquezas no son el problema; el problema es la actitud de los hombres que tratan de ser ricos. La actitud es: a menos que posea todas esas cosas, no podré ser feliz. Este hombre seguirá siendo siempre infeliz. Un hombre austero sabe que la vida es tan sencilla que tenga lo que tenga, puede ser feliz. No necesita supeditarlo a nada.
Entonces “austeridad” significa volver a tus necesidades. Los deseos son locuras; las necesidades son naturales. Comida, cobijo, amor. Haz descender toda tu energía vital hasta el nivel de las necesidades y serás feliz. Un hombre feliz no puede ser más que religioso; un hombre infeliz no puede ser más que irreligioso. Puede que yo rece, puede que acuda el templo y a la mezquita... no importa. ¿Cómo va a poder rezar un hombre infeliz? Su oración contendrá una gran queja, un lamento. Habrá un profundo rencor. La oración es gratitud, no una queja.
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Así que recuerda: cuanto más te centres en el poseer, menos feliz serás. Cuanto menos feliz seas, más te alejarás de lo Divino, de la oración, del estar agradecido, del ser austero. Vive con lo necesario y olvídate de los deseos; son fantasías de la mente, oscilaciones en el lago. Solamente te alteran y nunca pueden conducirte a sentirte satisfecho.
... austeridad, estudio de uno mismo y entrega a Dios.
Todos están relacionados. Si eres simple, serás capaz de observarte. Un hombre complejo no puede observarse porque está muy dividido. Tiene a su alrededor muchas cosas: muchos deseos, muchos pensamientos. Numerosos problemas nacen de esos deseos y de esos pensamientos. Continuamente vive en una multitud. Es difícil poder estudiarse a uno mismo. Solamente un hombre austero come, duerme y ama; eso es todo. Tiene tiempo suficiente y le queda suficiente energía para observar; simplemente para ser, simplemente para observarse; sentarse y observar.
Y es feliz. Ha comido bien, ha saciado su hambre. Ha amado bien, el hambre más profunda de su ser ha sido saciada. Ahora, ¿qué hacer? Se sienta, se observa; cierra sus ojos y observa su propio ser. No hay una multitud, no hay mucho que hacer. Las cosas son tan sencillas que las puede hacer fácilmente. Y las cosas sencillas poseen la característica de que mientras uno las hace se puede estudiar a sí mismo. Lo complejo es demasiado para la mente. Ha de implicarse en exceso y de forma fragmentaria y el estudio de uno mismo se vuelve imposible.
Lo que Patanjali quiere decir con “estudio de uno mismo” es idéntico a lo que Gurdjieff se refería con “recuerdo de sí”, o a lo que Buda se refería con “correcta plena atención”, o a lo que Jesús se refería al decir “estar más alerta”, o a lo que Krishnamurti se refiere cuando insiste en decir “sé consciente”. Cuando no tienes nada que hacer, cuando no tienes muchas cosas que hacer, cuando las sencillas tareas cotidianas se han acabado, ¿adónde irá tu energía? ¿En qué se convertirá tu energía?
Ahora mismo, siempre tienes un nivel de energía muy, muy bajo, porque esa energía se disipa en muchas ocupaciones, esa energía se implica en muchas cosas. Nunca tienes suficiente energía. Y sin energía no hay posibilidad de ser consciente porque la consciencia es la transformación más sutil de la energía. Es la crema de tu energía. Y si no tienes suficiente exceso de energía, no puedes ser consciente. En el punto de menor energía, en el nivel de menor energía, no puedes ser consciente; necesitas un exceso de energía.
A un hombre austero le queda tanta energía que, ¿qué va a hacer con esa energía? Todo lo que tenía que hacer ha sido hecho; el día se ha acabado. Está sentado en silencio; la energía se dirige hacia las capas más sutiles, asciende y asciende más alto, se va acumulando, se convierte en una columna, en un pilar de energía. Ahora puedes estudiarte a ti mismo. Podrás observar incluso los más sutiles aspectos de tus pensamientos, de tus emociones, de tus sentimientos.
... estudio de uno mismo y entrega a Dios.
Siempre que observas, tú dejas de estar presente. La austeridad conduce al estudio de uno mismo; el estudio de uno mismo conduce a la ausencia de ego, porque entonces no estás presente. Cuanto más te conoces, menos eres. Solamente los ignorantes son. Los Iluminados no son. Son como un vacío, son como un inmenso cielo. Si penetrarás en un Buda, no le encontrarías en parte alguna. Encontrarías un infinito espacio, pero allí no habría nadie. Si entraras en mí, no me encontrarías... sólo un vacío, un inmenso cielo, una total libertad para ti. No te encontrarías conmigo; yo no estoy aquí.
Cuando te vuelves más y más consciente de tu interior, tú eres menos y menos. Siempre es la misma proporción: cuanto más inconsciente eres, más eres; cuanto más consciente eres, menos eres. Cuando te vuelves perfectamente consciente, dejas de ser. Toda la energía se ha convertido en consciencia; para el ego no queda nada. Y entonces el ego desaparece de la misma forma que una serpiente se desprende de su vieja piel. Ahora es una piel muerta yaciendo allí; cualquiera puede cogerla. Entonces surge la entrega a Dios. No puedes entregarte a Dios porque tú eres la barrera.
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La entrega es un darse cuenta de repente. Cuando eres consciente y la llama esta ardiendo en lo alto, de repente te das cuenta de que ya no hay oscuridad. Te has entregado; es una revelación, una realización. De repente te quedas sorprendido. Tú no estás y Dios está ahí. En tu ausencia, Dios existe; en tu presencia, sólo hay sufrimiento. En tu presencia no hay nada posible; en tu ausencia todo el infinito se vuelve posible. Son términos correlacionados: austeridad, estudio de uno mismo y entrega a Dios.
La práctica del Kriya Yoga reduce el sufrimiento y conduce hasta el samadhi.
Esos tres escalones reducen el sufrimiento y te conducen hacia el samadhi, lo supremo, lo último más allá de lo cual nada existe. Cuando te has entregado a Dios, te has convertido en Dios; esto es el samadhi.
El sufrimiento es causado por la falta de atención,
el egoísmo, las atracciones, las repulsiones,
el apego a la vida y el temor a la muerte.
Te preocupas innecesariamente al aferrarte. Es como si un río fluyera y tú empujaras ese río hacia el océano, cuando él ya avanza por sí mismo. No necesitas empujarle; sufrirás innecesariamente. Pensarás que eres un mártir porque estás empujando el río y conduciéndolo hacia el océano. El río avanza por sí mismo; no le molestes, no tienes por qué hacerlo. Si quieres ir al océano conviértete simplemente en parte del río y el río te llevará. Pero no ayudes al río. Tú has estado haciendo eso. La vida transcurre por sí misma, no es necesario nada más. ¿Qué has hecho para merecer nacer? ¿Qué has hecho para estar aquí? ¿Qué has hecho para estar vivo? ¿Has hecho algo? Si no has hecho nada, entonces ¿por qué te preocupas? La vida avanza por sí misma. Los estúpidos crean el sufrimiento; ésa es la situación.
Oí una vez. Un hombre rico, un gran rey, iba en su carruaje. Por la carretera vio a un pobre campesino, un anciano, transportando una pesada carga sobre su cabeza... Y el peso era excesivo. El rey sintió compasión. Le dijo, “Ven, viejo, siéntate junto a mí en el carro. Te dejaré donde me digas”. El viejo se subió al carruaje pero llevaba aún su carga sobre la cabeza. El rey le dijo, “¿Estás loco? ¿Por qué no dejas en el suelo tu carga?” El hombre le dijo, “Estoy en el carro, pero esta carga es excesiva para el carro y los caballos. Mi carga es excesiva. Gracias señor, pero déjame que cargue con ella. Sería demasiado para el carro y los caballos”.
Tanto si llevas tu carga sobre tu cabeza, como si la dejas en el carro, para los caballos es lo mismo; han de transportarla.
La vida carga consigo misma. ¿Por qué no dejas descansar tu carga sobre la vida? Pero te aferras. Y cuando te apegas a la vida, surge el temor a la muerte. No hay muerte y no hay temor a la muerte. El aferrarse a la vida crea el miedo a la muerte y el miedo a la muerte, crea la muerte. Si no, no hay muerte ni miedo.
La vida es eterna. Nunca nadie ha muerto; nunca nadie morirá. Eso que existe seguirá existiendo. Siempre ha existido, no puede salir de la Existencia. Nada puede salirse de la Existencia; nada puede salir ni nada puede entrar. La Existencia es total. Todo permanece; las formas cambian, los ambientes cambian, los nombres cambian.
Esto es lo que los hindúes denominan nama-rupa. Formas y nombres cambian; lo demás siempre permanece, todo permanece. Has estado aquí millones de veces, estarás aquí millones de veces, estarás aquí para siempre. La vida es eterna. Evidentemente, tu nombre no será el mismo. Puede que no tengas de nuevo el mismo rostro, puede que no tengas de nuevo el cuerpo de un hombre o de una mujer, pero eso no importa, carece de importancia. Estarás aquí como las olas del océano... vienen y van, vienen y van. Las formas cambian, pero es el mismo océano el que se agita.
El sufrimiento es causado por la falta de atención, el egoísmo, las atracciones, las repulsiones, el apego a la vida y el temor a la muerte. Tanto si están en los estados de atenuación, alteración, expansión, o letargo, es debido a la falta de atención que las demás causas de sufrimiento pueden operar.
Las causas del sufrimiento pueden adoptar muchas formas; pueden estar en forma de semillas. Puedes cargar con tu sufrimiento en forma de semilla; adormecido. Puedes no ser consciente de él, pero en una determinada situación, si el terreno es el adecuado y la semilla obtiene el agua y el sol que necesita, germinará. De modo que puede que sientas durante años que no tienes codicia y de repente un día, cuando surja la oportunidad precisa, la codicia estará ahí. Entonces la semilla se encuentra en una forma tan sutil que no eres consciente de ella. Tan sutil que a menos que busques muy profundamente en tu interior no serás capaz de descubrir que está ahí.
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A veces estará ahí en su forma perfecta: cuando te sientes deprimido, tan deprimido que quieres suicidarse, o cuando, a veces, te sientes tan feliz que casi te vuelves loco. Has de observar todas esas formas porque Patanjali dice, “Todas esas formas existen debido a la falta de atención; no prestas suficiente atención”.
Primero sé consciente de los fenómenos superficiales: la codicia, la ira, el odio. Luego profundiza y serás capaz de percibir el fenómeno alternante. Los dos están conectados. Ve aún más profundo, sé más consciente y percibirás un sutilísmo fenómeno dentro de ti, casi como una sombra, pero que en cualquier momento puede adquirir una sustancialidad. Y así sucede con un hombre santo—que tan sólo un instante antes era santo—; aparece una hermosa mujer y toda la santidad desaparece. ¡En un solo instante! Estaba ahí en una forma sutil.
O puede estarlo en forma de semilla. Darse cuenta de la semilla es lo más difícil porque aún no ha germinado. Se necesita una consciencia perfecta.
Pero todo el método de Patanjali es ser consciente, prestar más y más atención. Te volverás más consciente si te vuelves austero, simple. Te volverás más consciente y el estudio de ti mismo será posible. Con el estudio de uno mismo, desaparece el ego y uno se percibe entregado. Y entregarse es estar en el camino correcto. Osho
Fuente: Yoga La ciencia del alma/Editorial Gulaab/Osho/
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