Recuerdos también pueden aparecer de improviso cuando practicamos yoga meditación.
Evocaciones son posibles, aunque no son ni necesarias ni inevitables.
El Buda ha dicho que el encuentro con lo que nos agrada nos produce alegría, y que la despedida de lo que no nos agrada también produce alegría; que la despedida del ser querido que amamos nos produce dolor, y que el encuentro con el ser no querido también nos produce dolor. Así se creía y así se entendía. Pero más tarde llegamos a comprender que aquel al que llamamos ser querido puede convertirse en el ser no querido, y que aquel al que considerábamos el ser no querido puede convertirse en el ser querido.
Así, con la evocación de los recuerdos pasados, las situaciones existentes cambiarán radicalmente; se verán desde un punto de vista completamente diferente. Estas evocaciones son posibles, aunque no son ni necesarias ni inevitables; y en algunas ocasiones estos recuerdos también pueden aparecer de improviso cuando practicamos yoga o la meditación.
Practica Yoga Meditación |
Una vez me trajeron a una niña que tenía unos once años y que,
inesperadamente, había recordado tres de sus vidas anteriores. No había
experimentado con nada; pero a veces se producen errores. Éste fue un error por
parte de la naturaleza, y no una bendición que ésta otorgase a la niña: de
algún modo, la naturaleza se había equivocado en su caso. Es como si alguien
tuviera tres ojos o cuatro brazos: es un error. Cuatro brazos serían mucho más
débiles que dos brazos; cuatro brazos no podrían funcionar tan bien como dos.
El cuerpo con cuatro brazos sería más débil, no más fuerte. De modo que la niña, de once años, recordaba tres de sus vidas anteriores, y su caso se estudió mucho. En su última vida anterior había vivido a unos ciento treinta kilómetros de donde yo vivo ahora, y en aquella vida había muerto a los sesenta años de edad. Las personas con las que vivió entonces viven ahora en mi ciudad, y ella los reconocía a todos.
Entre una multitud de millares de personas fue capaz de reconocer a sus antiguos parientes: a su propio hermano, a sus hijas, a sus nietos, a sus hijas y a sus yernos. Fue capaz de reconocer a sus parientes lejanos y a contar muchas cosas de ellos que ellos mismos habían olvidado. Su hermano mayor vive todavía. Tiene en la frente la cicatriz de una herida pequeña. Yo pregunté a la niña si sabía algo acerca de aquella cicatriz. La niña se rió y dijo: "Ni siquiera mi hermano lo sabe. Que él te diga cuándo y cómo se hizo aquella herida". El hermano no era capaz de recordar nada cuándo se había hecho la herida.
Dijo que no tenía la menor idea. La niña dijo: "El día de su boda, mi hermano se cayó del caballo del cortejo nupcial. Tenía entonces diez años". Los ancianos del pueblo confirmaron el relato, pues recordaban que, en efecto, el hermano se había caído del caballo. Y el hombre no recordaba aquel suceso. La niña mostró también un tesoro que había enterrado en la casa en la que había vivido en su vida anterior. En aquella vida anterior había muerto a los sesenta años de edad, y en la vida anterior a aquella había nacido en un pueblo de la región de Assam.
En aquella vida había muerto a los siete años. No sabía el nombre del pueblo ni su dirección, pero conocía la lengua de Assam, tal como la podía hablar una niña de siete años. También sabía bailar y cantar como una niña de siete años. Se hicieron muchas pesquisas, pero no fue posible localizar a la que fue su familia en aquella vida. Osho
El cuerpo con cuatro brazos sería más débil, no más fuerte. De modo que la niña, de once años, recordaba tres de sus vidas anteriores, y su caso se estudió mucho. En su última vida anterior había vivido a unos ciento treinta kilómetros de donde yo vivo ahora, y en aquella vida había muerto a los sesenta años de edad. Las personas con las que vivió entonces viven ahora en mi ciudad, y ella los reconocía a todos.
Entre una multitud de millares de personas fue capaz de reconocer a sus antiguos parientes: a su propio hermano, a sus hijas, a sus nietos, a sus hijas y a sus yernos. Fue capaz de reconocer a sus parientes lejanos y a contar muchas cosas de ellos que ellos mismos habían olvidado. Su hermano mayor vive todavía. Tiene en la frente la cicatriz de una herida pequeña. Yo pregunté a la niña si sabía algo acerca de aquella cicatriz. La niña se rió y dijo: "Ni siquiera mi hermano lo sabe. Que él te diga cuándo y cómo se hizo aquella herida". El hermano no era capaz de recordar nada cuándo se había hecho la herida.
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Dijo que no tenía la menor idea. La niña dijo: "El día de su boda, mi hermano se cayó del caballo del cortejo nupcial. Tenía entonces diez años". Los ancianos del pueblo confirmaron el relato, pues recordaban que, en efecto, el hermano se había caído del caballo. Y el hombre no recordaba aquel suceso. La niña mostró también un tesoro que había enterrado en la casa en la que había vivido en su vida anterior. En aquella vida anterior había muerto a los sesenta años de edad, y en la vida anterior a aquella había nacido en un pueblo de la región de Assam.
En aquella vida había muerto a los siete años. No sabía el nombre del pueblo ni su dirección, pero conocía la lengua de Assam, tal como la podía hablar una niña de siete años. También sabía bailar y cantar como una niña de siete años. Se hicieron muchas pesquisas, pero no fue posible localizar a la que fue su familia en aquella vida.
Aquí un vídeo de Osho que lo quiero compartir con vos espero que te guste! Namaste!